Incertidumbre
Cuelga
de mi ventana
la
guirnalda azul del cielo,
y
entre ella, en múltiples chispas,
titilan
los luceros incesantemente.
Cual
una esponja, el alma
se
empapa de lágrimas lentas
de
las estrellas que, una a una,
brillan
blancas y trémulas.
El
hilo de mis tristezas
se
entrelaza con ellas en la noche,
y
las pestañas del Padre Dios
caen
sobre mi tintero.
Abro
el libro: el libro gime.
Busco
el tiempo: no hay tiempo.
Cantaría:
no canto y soy,
creo
que sería y ya no soy.
Mi
pensamiento, ¿de quién es?
¿En
qué idea, en qué cuento
podría
recordar, tal vez,
que
pertenecí a todo?
Estoy
escribiendo aquí, sin recuerdos, vencido,
escuchando
la voz extraña
del
charco y del huerto,
y
firmo:
Tudor
Arghezi.
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