viernes, 25 de septiembre de 2020

MOISÉS ELÍAS FUENTES

 

 


Después del amor

  

Miro la ciudad
un fantasma sin edad
después del amor
Miguel Mateos,
“Solos en América”

 

 


I

 

Tu cuerpo es hermoso al fin

Te revuelves un poco y las nalgas
se te suavizan al brillo de las luces de neón

 

No está tu rostro hacia mí
ni hacia la ventana de esta recámara
que llamas cuarto de hotel
                                    —aunque es mi casa—

 

ajena a estas horas yertas
cansadas de suceder al amor
—ese calor sordo que nos entrelaza
                         y nos hace creer que amamos—

 

Viéndote desde esta silla junto a la ventana
dormida desnuda ajena hermosa
casi desearía amarte
                                   amar
                                             desear.

 

 

II

 

Desearte
Hace una hora te penetré

 

Sentí tus senos sobre mi rostro
                         y los besé por instinto

 

Te recorrí las piernas ávidas
para penetrarte otra vez
                                         pero no sentí nada

 

Si tan sólo hubiera deseado conocerte
acaso habría comprendido
                                      quién podrías ser

 

Y me descubrí desnudo e inútil
como el placer de nuestros cuerpos
que es otro lugar para no encontrarnos
como el ruido de este departamento
que es otro lugar para creernos presentes.

 

 

III

 

El timbre del teléfono celular
es una forma de no saberme solo

 

el puente entre mi ansiedad y tu sexo

 

el puente donde eres una más
—distinta como las otras pero incierta—

 

y te confundo a veces
con el cuerpo
         el agrado
                la ternura
de alguna a la que de tanto no amar
                volví extraña

 

Lejana    Extraña
Como el ruido de las estrellas
cayendo sobre el mundo

 

Una sonrisa que no comparto
una soledad que no acompaño
un calor que no se funde
con mi sombra en la pared

 

De espaldas a la ciudad    a la ventana
                                        a mi cuerpo desnudo
y por esta vez sincero que desearía amarte

 

Pero me encuentro inmóvil

 

—un ruido ciego me recorre de golpe
y me escucho llorar
porque voy olvidando qué se siente sentirte—

 

 

IV

 

No queda duda. Estoy solo
Aunque no eres la última. Sólo una más

 

Te has sentado al borde de la cama
y tu costado insinúa la brevedad de tus senos

 

Como sin desearlo me sonríes
y yo creo sonreírte

 

Apenas empiezas a ser quien realmente eres
y me canso de ti

 

Y eres de nuevo sólo una forma de transcurrir
como este departamento convertido en un cuarto de hotel
o como las horas de mecánica eficiencia en el trabajo
y los tragos de cerveza o de vodka los viernes
y los amoríos sin trámite los sábados por la tarde

 

—este transcurrir entre gente
que me llama y me busca
pero que nunca me ha dicho “Llámame, si me necesitas”—

 

Y no puedo sentirte
por más que escucho tu llanto breve
por más que quiero abrazarte más allá de tu cuerpo

 

más allá de esta ansiedad
que me torna en vacío el calor y el deseo
y me oscurece lo que hay —lo que quiera que haya— después del amor.

 

 

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