Después del amor
Miro
la ciudad
un fantasma sin edad
después del amor
Miguel Mateos,
“Solos en América”
I
Tu
cuerpo es hermoso al fin
Te
revuelves un poco y las nalgas
se te suavizan al brillo de las luces de neón
No
está tu rostro hacia mí
ni hacia la ventana de esta recámara
que llamas cuarto de hotel
—aunque es mi casa—
ajena
a estas horas yertas
cansadas de suceder al amor
—ese calor sordo que nos entrelaza
y nos hace creer que amamos—
Viéndote
desde esta silla junto a la ventana
dormida desnuda ajena hermosa
casi desearía amarte
amar
desear.
II
Desearte
Hace una hora te penetré
Sentí
tus senos sobre mi rostro
y los besé por instinto
Te
recorrí las piernas ávidas
para penetrarte otra vez
pero no sentí nada
Si
tan sólo hubiera deseado conocerte
acaso habría comprendido
quién podrías ser
Y
me descubrí desnudo e inútil
como el placer de nuestros cuerpos
que es otro lugar para no encontrarnos
como el ruido de este departamento
que es otro lugar para creernos presentes.
III
El
timbre del teléfono celular
es una forma de no saberme solo
el
puente entre mi ansiedad y tu sexo
el
puente donde eres una más
—distinta como las otras pero incierta—
y
te confundo a veces
con el cuerpo
el agrado
la ternura
de alguna a la que de tanto no amar
volví extraña
Lejana
Extraña
Como el ruido de las estrellas
cayendo sobre el mundo
Una
sonrisa que no comparto
una soledad que no acompaño
un calor que no se funde
con mi sombra en la pared
De
espaldas a la ciudad a la ventana
a mi cuerpo desnudo
y por esta vez sincero que desearía amarte
Pero
me encuentro inmóvil
—un
ruido ciego me recorre de golpe
y me escucho llorar
porque voy olvidando qué se siente sentirte—
IV
No
queda duda. Estoy solo
Aunque no eres la última. Sólo una más
Te
has sentado al borde de la cama
y tu costado insinúa la brevedad de tus senos
Como
sin desearlo me sonríes
y yo creo sonreírte
Apenas
empiezas a ser quien realmente eres
y me canso de ti
Y
eres de nuevo sólo una forma de transcurrir
como este departamento convertido en un cuarto de hotel
o como las horas de mecánica eficiencia en el trabajo
y los tragos de cerveza o de vodka los viernes
y los amoríos sin trámite los sábados por la tarde
—este
transcurrir entre gente
que me llama y me busca
pero que nunca me ha dicho “Llámame, si
me necesitas”—
Y
no puedo sentirte
por más que escucho tu llanto breve
por más que quiero abrazarte más allá de tu cuerpo
más
allá de esta ansiedad
que me torna en vacío el calor y el deseo
y me oscurece lo que hay —lo que quiera que haya— después del amor.
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