Las
casas terrestres
1
Amplio,
como el más amplio amor
es el espacio
donde las montañas
dan de sí su cuerpo elaborado;
sobre uno de estos senos de la tierra
pone su mano el sol
y se levanta.
2
Al
vapor de la mañana
hundí mis ojos,
toqué árboles, arcilla,
toqué el color con ellos,
toqué las pieles de las frutas,
las lenguas ásperas toqué
de los ganados
usando de dulce la verdura
en la humedad mis ojos se perdieron
con la dicha.
3
Detén
tu espesa y húmeda maraña,
viento;
párala un poco
mientras pasan mis ojos
a peinar la cabellera tenue de la luz.
4
Ay
la rosa
fragante de
mi corazón
despedazada
por el amor
de la
ciudad,
amortajada
en humo,
desodorizada
ay la rosa.
5
Ponme
una mano
en los ojos
para
ya no estarme viendo,
porque si sigo
me voy a estrangular
de rabia
que me tengo.
6
En
la inmensa forma
de la noche
aparece la luna
para hacer constar
que el universo
es harto palpable,
como el cuerpo.
7
Por
supuesto, que no creo
en la reencarnación.
Pero
me gustaría saber
si naceré de nuevo.
Sólo
por decidir qué cosas
puedo dejar para después.
8
El
mal,
una naranja oscura;
el bien,
una clara naranja.
amor mío,
libérame.
9
La
palabra
es lo menos,
es el cuchillo con que se corta
la sandía.
10
Mis
ojos
como burbujas
se me deshacen
en las manos
Tengo
en la garganta
un nudo ciego.
Voy a echarme
a volar
dentro de poco tiempo.
11
No
hay nada más definitivo
aquí estoy puesto nomás
como una verruga
en la espesa nariz del mundo
y no hablo
sino para hacer que el tiempo
se detenga
y no llegue nunca
a la catástrofe final.
12
Con
el dedo meñique
me rasco el corazón;
esta casa que hicimos,
estos muros cubiertos,
qué de color, qué de
violento gusto colgado
en las paredes.
Hasta los pisos
están llenos.
Este laberinto en el que
ya no nos perderemos
ni de chiste.
Mientras tú estás dormida
y sueñas que me voy,
yo sueño que me voy.
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