Credo
Creo
en el hombre,
el
creador del mito y de los sueños.
Creo
en el hombre aquí y aquí plantado,
jineteando
su porción de tiempo,
encerrado
en su círculo de angustia,
clavado
en el madero del deseo.
Creo
en el hombre sin antes ni después,
en
el ahora, sin limbos, sin la gloria y sin infierno
y
porque sé la luz y sé la sombra
creo
en el hombre: el absoluto dueño
del
olvido (esa pequeña muerte agazapada
que
desde siempre nos acecha dentro)
como
creo en el hombre: pobre esclavo
que
sufre el ramalazo del recuerdo.
Creo
en el hombre aquí y aquí plantado,
encerrado
en los límites del tiempo,
encajonado
en los muros de su mundo
enclavado
en la entraña de su suelo,
aprisionado
en cárceles y en minas,
circunscrito
a su propio pensamiento...
Creo
en la maravilla geométrica
del
círculo concéntrico
y
porque dos y dos siempre son uno
creo
en la magia del número bicéfalo.
Creo
también en desandar lo andado,
en
el que sale afuera desde dentro
y
creo en el que tiene la osadía
de
ascender por círculos concéntricos:
creo
en el hombre del zurrón y el báculo,
en
la huida valiente y en el éxodo.
Ahora
y en la hora de las confrontaciones:
creo.
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