viernes, 12 de febrero de 2021

ÚRSULA CÉSPEDES

 

 

 


 

El tiempo

(Fragmentos)

 

 

 

Vuelas ¡ay!, vuelas incansable y mudo
Como la eternidad que te circunda,
Con los brazos abiertos y extendidos
Para abarcar la inmensidad con ellos.
Minero infatigable,
Cada grano de arena que desprendes
Una sonrisa de placer te arranca,
Porque pasan los siglos y al fin miras
Desmoronados a tus pies los muros
Sobre mudos escombros levantados
De otros muros que fueron
Y vacilaron y a su vez cayeron.

 

Al pasar por su lado, silencioso,
Te saludan los bosques seculares
Inclinando sus copas, agostados
Por el gélido soplo de tu aliento;
Los peñascos vacilan en su base
Y rodando al abismo
En arena y en polvo se convierten,
Las aves descendiendo de las nubes
Desfallecidas sin aliento caen
Y se mezclan al cieno;
Las fieras de las selvas enmudecen
Y sin dientes ni garras
Abandonan las cumbres alterosas
Y se arrastran gimiendo por los valles;
Y a tus torvas miradas
Se derriban las torres desquiciadas.

 

Todo sucumbe; tus pisadas sordas
Marcan del hombre la orgullosa frente,
Que impávido se lanza,
Ya cubierto de gloria en los combates
De sangre y de matanza,
Ya de púrpura y oro en los salones,
De harapos y miseria entre la plebe,
De ignominia y baldón en las mazmorras.
Siempre soberbio y arrogante siempre,
Sigue midiendo su tortuosa vía,
Y aun encorvado por tu enorme peso,
Y la frente marchita y coronada
Por las hebras plateadas de tu manto,
Vuelve el rostro arrugado
Hacia los gustos del amor pasado,
Hasta que siente resbalar su planta
En los húmedos bordes de la tumba
Y ve que el astro de la suerte asoma:
Entonces fatigado
En tu profundo ceno se desploma.

 

Nada en el mundo tu poder resiste,
Impune delincuente,
Tus grandes alas impasibles bates
En la atmósfera helada de tus reinos,
Y en tu inmenso taller forjas los días,
Los años y los siglos
De escombros y de huesos coronados,
Que llegan silenciosos
Los unos tras los otros alineados
Al gran teatro del soberbio mundo
Contemplándole absortos los primeros,
Apagando las luces los segundos
Y los terceros como hambrienta hiena
Tragando espectadores,
Candelabros, actores,
Sangrientos dramas y terrible escena.

 

¡Padrón del infinito!
¿Cuántos crímenes, dime, has presenciado?
¿Cuántos grandes y reyes sepultados
Bajo ruinas de alcázares y tronos
Has visto sucumbir bajo los golpes
De alevoso puñal y del veneno?
Dime ¡cuántas supremas desventuras
Y bárbaros martirios han sufrido
Las míseras criaturas
Desde que el mundo germinó del caos
Y los hombres salvajes se internaron
En las selvas oscuras,
Donde rugiendo de impotente ira
Disputábanle al tigre y al leopardo
Los palpitantes restos del cordero,
Hasta que llenas de esplendor brillaron
Las luces del saber, y los humanos
Difundieron las leyes,
Reyes haciendo y destronando reyes?

 

Y vuelas ¡ay! y aun vuelas
Por los yermos espacios de los cielos,
Y rasga las tinieblas
La segur corruscante de los siglos,
Y con tus alas cobijando el mundo
Vuelas ¡ay! vuelas y mis tristes ojos
Doquier tus huellas sigilosas miran,
Mientras tétrica y muda
Espero que a su vez mi frente caiga
A tu golpe fatal; y cuando ansioso
Hayas sorbido los revueltos mares,
Pulverizado los eternos bronces,
Roído huesos, demolido escombros,
Y en sus ejes, impávido, hayas visto
Vacilar carcomido el Universo,
Desprenderse y rodar a los abismos
Con horrísono estruendo, dime Tiempo,
¿En qué te ocuparás? ¿dónde tu vuelo
Tenderás silencioso y vagabundo
Con doliente gemir? ¿tus mismas armas
Contra ti volverás, y condenado
También a perecer, daráste muerte…?
¡Ah! no ¡tiempo implacable!
Tú, sacudiendo las enormes alas
Llegarás ante Dios, y allí postrado
Con sorda voz le contarás tus triunfos;
Y él, al ver tu misión ya terminada,
Como a nuevo Luzbel hará que gimas
Del ángel vengador bajo las plantas
Sujeto eternamente;
Porque no mine su brillante trono,
Siempre incansable, tu terrible diente.

 

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