Mi
vergüenza
¡Tú!
¡Ya no me envíes el aroma
del
ardiente bálsamo
de
tus dulces jardines nocturnos!
En
mis mejillas sangra el pudor
y en
torno a mí vibra el aire estival.
Tú…
refresca mis mejillas
con
inaromáticas, inapetentes
hierbas
nocturnas.
Pero
ya no más el hálito de tus anhelantes rosas,
pues
atormenta mi rubor.
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