Vértigo
Habita la Muerte
entre los dedos del fuego
bailarina cálida
crepitando su canción de cuna.
En el ojo vertical de una llama
instala ella su pupila
azul y nos concede una tregua.
Por eso nos quedamos
inmóviles ante el fuego.
Como un embrión que abre
los ojos en el vientre
como un gato desconcertado
ante el espejo
un sol cegado por sí mismo
a mediodía
un niño ebrio
que contempla a sus abuelos
apareándose en un acuario.
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