Al Guadalquivir
Llueve en esta ciudad verde y airosa.
Llueve en esta ciudad verde y callada
y estas aguas me pueblan la mirada
de la tuya distante y rumorosa.
Conversan los gorriones misteriosa-
mente al rumor del viento. Sangre alada
el sompancle, ya alquímica granada,
levita en mi memoria voluptuosa.
Mis recuerdos te orillan. Palpo y siento
un orbe de relojes detenidos
en la magia sin fin del pensamiento.
Llueve en esta ciudad y, aquí reunidos
—son las doce del día, llueve lento—
hallo —memoria virgen— mis olvidos.
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