Lloviendo mujeres
Contigo
he descubierto lluvias
que
mueven el amor del universo.
Por
eso cuando te espío en el espejo
mirando
tu rosa y negra filigrana
y te
sorprendo y me sorprendes
y se
erizan los ojos y la piel
y
todo es gajo y mordisco
diluvio
y paraíso, el mundo
empieza
de nuevo.
Pero
esa angelical cara de muñeca,
ese
ángel destructor que esta mañana
te
ha vendido una camisa con sus labios
russian red y
su cara de orgasm,
mostrándote
su escote y su sonrisa
de
fresca e inocente lascivia,
con
sus uñas recién afiladas
para
volverte un poquito más loca,
debería
esta noche morder tu almohada.
Yo
prefiero derrotarme tras el muro,
hurtar
el ambiente de la llama,
velar
las caricias y esa barbaridad
de
estar a un tiempo cerca y lejos
de
la lujuria y la pereza abandonadas,
tú
con ella en la balsa del sueño
bajo
la luz exánime y cálida.
Sí,
tú me has enseñado lluvias
que
mueven el amor al universo,
deseos
que queman y matan
cuando
la vida sabe
a
ese lujo febril e insensato,
a
ese jugo secreto y oscuro
que
es mi perdición, naturalmente.
Por
mi parte, mujer, ego te absorbo.
De: “El cielo desnudo”
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