miércoles, 8 de septiembre de 2021

JAIME HUENÚN

 

 

 

 

Vivir en Ciudad Fanon no era más

que vaciarnos de sudor y de memoria.

Era ir los viernes por la noche

a los tambos cuzqueños olvidados

y mercar allí, sin dios ni ley,

los poderes infinitos de la coca.

Con los chasquis bebíamos cachaza

de favelas sitiadas por la DEA.

Escribíamos después en las murallas:

“Your name is puta$, your name is okaso”.

 

Seguimos el Sendero Luminoso

convocados por los apus

de los cerros de Ayacucho.

Nos armamos con los rifles de Guzmán

y huaracas que tejimos

con pulido cuero andino.

En la sierra se unieron a nosotros

tribus campas, gente quechua

y unos vagos morenos amazónicos

que debían varias cuentas a la ley.

Nos barrieron en El Yuro sin piedad,

y dejaron nuestros cuerpos

al arbitrio de las moscas,

al regalo de los buitres.

Desde entonces caminamos sin destino

por los guetos y las ferias

de los zambos cimarrones.

Y en las noches robamos las monedas

a la sucia y fea fuente

de las viejas utopías.

 

El Señor de los Cielos trajo el agua,

la comida de los niños, medicinas.

Su empleado Moctezuma diligente

repartía las cajitas con regalos.

Al final nos entregó cuarenta rifles

con un sello grabado en las culatas.

“Sean justos y disparen en mi nombre

cada vez que mi gente se los pida”.

Ahora somos su rebaño predilecto,

una grey que no le falla ni le miente.

Ahora somos una tropa fiera y santa,

los guardianes bien templados de su honor.

 

De: “Fanon city meu”

 

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