I
Fue
el año de la sed.
No se veía a nadie
ni en las bifurcaciones de la noche
ni en el alumbramiento del relámpago.
Un territorio estéril
había convertido la distancia en un espacio insalvable.
En
todas las iglesias
se escuchaban los cantos, las plegarias,
los antiguos lamentos de los hombres.
Muchos
se embadurnaron
cubiertos de arpillera
con la pez del destierro y con los lodos
oscuros del desánimo.
Otros, aleccionados por los suyos,
previendo los asaltos, protegieron sus puertas
y ventanas
y ocultaron de noche sus ajuares
bajo las losas de los patios.
Pero
fui yo el que estuvo
sentado junto al pozo
esperando las noticias del agua.
De: “Esperando las noticias del agua”
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