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Tampoco
tengo miedo si venís por la noche,
si
preparáis más hondos y más atezados los surcos,
si
pedís matarme o matar al terco fantasma
que
me llena las sienes de mallas y poemas.
Tampoco
tengo miedo si disparáis como locos
a
cristaleras y ventanas mientras solitario duermo.
Sin
palabras vitales,
sin
versos sinceros,
asustarme
no puedo.
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