martes, 28 de diciembre de 2021

JOSÉ MÁRMOL


  

Deus ex machina

 

Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno y es invierno.  Arrinconado está el tridente, una piel de ceniza cubrió las cordilleras. Señor, he aquí el      canto de la luz a ti debida, en la quietud del mar y discreción tan pura de la noche infinita. He aquí a tu hijo Elfuego, ardiendo con su tacto la superficie toda y el agua seduciendo con su lengua dorada. Ved aquí, Señor, su hermanastra Elalba, hierofanta líquida, posesa de las formas.  Ellos narran en su tremendo idioma, las celebraciones, la obediencia, y el pecado. Arrójanos tú esta vez, Señor, la semilla y el varón de la especie más sana.  No lo anuncies al azar, porque deviene llanto y se alza con el tibio rumor del pavimento, y otra vez se nos pierde, nos castiga, nos repudia.  Que nadie sino tú, oh Señor, esgrima esta vez el cuchillo del jifero; madure un acorde cuando la vida cese y la lluvia limpie, sorpresiva, las caderas uncidas de los copulantes. Arroja tú los dados, Señor, te ha llegado el turno de lo ineluctable.  Despídelos sin miedo de tu anchurosa mano, porque a los ocho lados de la suerte nada espera, y hacia la muchedumbre y el desastre apunta el cielo.  Arrójalos tú, Señor, te ha llegado el turno y es ardiente verano.

 

De: “Deus ex machina”

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