la
lavandera
van
tristes, agobiadas con sus atados blancos,
perdiendo las pupilas en una ensoñación…
y, en filas o dispersas del río por los flancos,
tienen algo de cisnes en peregrinación…
cuando
el jabón albea sobre sus brazos francos,
parecen un par de alas que están en vibración;
y aunque la siesta llene de fuego los barrancos,
las lavanderas lavan cantando su canción.
y
mientras cantan… cantan, las pobres lavanderas,
como un tropel de garzas dormido en las riberas
las ropas jabonadas se secan bajo el sol;
hasta
que ya rendidos los brazos que eran alas,
sienten bajar a su alma con fulgurantes galas
la corona de espinas del último arrebol.
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