"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 31 de marzo de 2022
ALEJANDRO ROEMMERS
Un regalo para Francisco
Quise
encontrar un obsequio,
el más sencillo, el más humilde,
el que en su pequeñez
pudieras aceptar sin ofenderte.
Pensé que podría comprarlo y fui a la tienda
pero ningún objeto me conformaba.
Entonces escuché una voz santa que me dijo:
«… a quien tiene a Dios, nada le falta,
sólo Dios, basta».
Creí ser poeta para ofrecerte palabras:
pero las hallé superfluas, pomposas, gastadas…
Huí de mí y perseverante
busqué en la tierra
pero hasta una semilla me pareció excesiva
pues podría albergar un árbol.
Cuando divisé la pradera
mi corazón vibró alegre,
pero intuí al momento que tú no aprobarías
que le restara una sola de sus flores silvestres.
Busqué entonces en el mar
y no hallé un confín
que tu nombre no hubiera alcanzado
y en toda su inmensidad
sólo tenías amigos.
Desafiante, me atreví hasta el abismo
y como un cielo vuelto al revés
lo encontré poblado de estrellas marinas.
Pero cuando tuve una en mis manos
creí que no podrías ser feliz
sabiendo que
cada noche al cielo marino
le faltaría esa estrella…
Busqué entonces en el aire
respetando las abejas, luciérnagas, mariposas
y todas las criaturas vivientes,
pues tú no querrías detener sus alas
ni perturbar su vuelo.
Procuré traerte el aroma
sosegado y puro de las hierbas,
del hogar encendido y los jazmines…
pero no pude conservarlos.
Quise igualar el canto de la alondra,
el murmullo del río, el silbido del viento
cuando exhala en los profundos campos…
pero mi voz fue demasiado torpe.
Por un largo instante logré retener,
resbalando por mis dedos,
unas gotas del rocío temprano…
pero frescas y transparentes retornaron al aire.
Quedé entonces en silencio, desconsolado,
bajo el azul infinito
que mis ojos no podrían reflejar…
¿Francisco, pensé, en tu amorosa humildad,
es que no hallaría nada que pudiera agradarte…?
De pronto un árbol dejó caer una de sus hojas
que se depositó frente a mí en el suelo.
Luego otra, que llegó meciéndose en la brisa
hasta mis ma
nos que la recibieron sin querer.
Luego otra, otra, y otra más,
hasta que sentí que el árbol, compasivo,
estaba dispuesto a entregarse por entero
y desnudar sus ramas
con tal de consolarme.
Tanto era su amor
que brotaron mis lágrimas
como un manantial redentor y agradecido.
Las hojas del árbol
continuaron descendiendo generosas
en una bendición inacabable…
Entonces pude comprender… y sonreí.
Y sonrieron conmigo los campos, las aves y los arroyos.
La brisa se detuvo
y ya no volvieron a caer más hojas…
El regalo que produjo la sensibilidad de aquel árbol
es el que ahora quiero ofrecerte:
el amor de una sonrisa.
Un obsequio humilde y efímero
que puedes multiplicar y compartir sin miedo
como los panes y los peces,
hasta que todos unidos a Jesús
habitemos finalmente el Reino de Dios.
RENÉ SEGURA
Puño no será voz
Puño
no será voz
Y nunca lo será.
Hay cosas sagradas que se debieron respetar
Pero no lo hice
Ahora pago mi acierto
Dando vueltas en este patio.
Leyendo lo que algún otro sensato
Que pagaba otro acierto en este mismo patio
Escribió en la pared.
Puño no será voz
y nunca lo será.
ADOLFO GARCÍA ORTEGA
Literatura en paz
¿Por
qué?
¿Por
qué se empeñan en llamar literatura
a
todo papel encuadernado?
¡Oh,
huecos! ¡Oh, vacíos!
¿Qué
leéis?
¿Qué
importa?
Mirad:
leen los ciempiés, los coleópteros,
los
dromedarios y las gacelas,
leen
las gallinas y las hormigas,
las
garrapatas y los kafkianos leen,
y
los murciélagos de la lectura
a
oscuras leen entre columnas dóricas
homéricas,
totémicas como el tabú de Freud.
Fenecidos
lectores, arquilectores,
ya
leísteis, no leeréis.
Dejad
a la literatura morir en paz.
Y
que todo sea ya un videojuego.
MAROSA DI GIORGIO
La naturaleza de los sueños
Al
alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre;
pero, luego, ella apartaba un poco,
volvía a hilar la miel, a bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera,
verde y gris.
A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios con
pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba
a las piedras, a los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.
Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra
vez, aquello horrible y raro.
LALO BARRUBIA
María la del barrio
ya
no va a las fiestas pero se levanta con resaca igual
tiene el corazón hecho una pasa de uva
se aprendió las reglas y le manda el mensaje equivocado a la persona
equivocada en el momento equivocado igual
puede borrarlo descartarlo hacer de cuenta que no existe ni el mensaje ni ella
misma
ni su foto en la pared
pero el pobre tipo que no entiende nada igual lo va a leer
no
te confundas maría
que hoy es otro día que se va quemando
vos tenés la boca como calle rota
y una lucecita que se va apagando
ella
nació equivocada pero tuvo que crecer igual
dentro de su pecho había una pasa de uva
y era en un país hundido entre dos ríos con delirios de grandeza y ficciones de
poder
le dijeron que era culta que era fina que era blanca
que éramos campeones
que éramos hermanos
la largaron a la vida con dos espejitos
diez dedos helados
una bolsa con semillas
y unas curvas espigadas que todos los hombres querían tener
y una lucecita brillando brillando
pero abrió la boca demasiado grande
las palabras le salieron a montones incendiando el aire
cuantas más salían más daño le hacían
no
te distraigas maría
que hoy es otro día
y que te están mirando
vos tenés la boca llena de pavadas
y una lucecita que se va apagando
caminaba
por los bordes pero puso comida en la mesa igual
se abrió el pecho y entregó toda la pasa de uva
tuvo suerte que llegó con la espalda derecha
a cruzar el túnel y a subirse al tren
con los brazos hechos grúas hechos barcos
hechos trenzas paisajes abrigos
con los brazos hechos cuerdas hechos alimentos
cajitas recuerdos
con los brazos hechos ramas hechos brotes
con pelos al viento
y cayó en otro país hundido entre dos mares fríos
con diez veces más delirios de grandeza y diez
y veces más ficciones de poder
y jugó a las escondidas que tenía derecho
allí nadie conocía que venía del barrio ni lo que
había hecho
y si lo supieran no lo entenderían
ya
no tiene más problemas pero hay algo que le
falta igual
dentro de su cuerpo hay una fiesta a la que nadie va
puede mostrarle al primero que sonría todas sus
heridas su boca partida
y la lucecita que se va apagando
puede enfermarse descartarse en una cama hacer
de cuenta que no existe y dejar de comer
pero el pobre tipo que no entiende nada igual lo va
a saber
ya a
nadie le importan tus historias de pendeja
ni si el mundo te ha tenido entre ceja y ceja
ya estás casi sola
ya estás casi vieja
es la vida que tenemos
o la tomas o la dejas como las lentejas
¿por
qué no crecés maría?
que hoy es otro día que te está esperando
vos tenés la boca llena de sorpresas
y una lucecita que sigue aguantando
Nota: Lalo Barrubia, seudónimo de María
del Rosario González
BAUDILIO MONTOYA
Noche de campo
Noche
lunar, en el ambiente flota
el alma de los húmedos pomares,
y el viento en los añosos encinares
su cantilena nocturnal embota.
En
el boquete de una nube rota
luce un vivo lucero sus collares,
ladra un mastín, y abajo en los palmares
muere la voz de una canción remota.
Un
concierto noctámbulo de grillos
ensaya rutinarios sonecillos
en el juncal que borda la laguna;
y
sobre el agua que la brisa mece,
entre un halo clorótico, aparece
la cara mofletuda de la luna.
miércoles, 30 de marzo de 2022
ALEJANDRO ROEMMERS
In memoriam
DESDE
la cima
observabas las agrestes laderas del cerro
fundirse en la planicie interminable.
El
cielo despejado y luminoso
no distraía tus ojos
que seguían inquisidores
el vuelo de las aves.
Olfateabas
el viento
como experimentado cazador,
sabiendo que serías presa
de su aliento cálido y seco
si exhalaba una imprevista bocanada
el pulmón cordillerano.
Tal
vez un presentimiento
te hizo repasar una vez más,
con paciencia de ajedrecista,
tu brillante velamen
de águila humana.
Con
todos los instintos alerta
elegiste el mejor momento,
-vos siempre elegías el mejor momento-
y desplegando tu ala multicolor
emprendiste el vuelo.
Una
clara sonrisa iluminaba tu cara
mientras empezabas el juego
de ganarle a la gravedad y tomar altura.
Esperaste el error del adversario
para volcar poco a poco la partida a tu favor.
Tenías
tiempo,-esta vez tenías tanto tiempo-
y aún era temprano.
Ya lo ves,
una pequeña corriente ascendente
te permite tu primer movimiento ganador.
Un
poco más de altura
y en el próximo giro
estarás cerca de la cumbre.
De
pronto, otra fuerte corriente,
un giro imprevisto del destino,
y vas dejando atrás las otras velas
y hasta el último cóndor
que debió abandonarte sorprendido
mientras seguías ascendiendo.
Algunos
espectadores se inquietaron
al verte caer en un remolino.
Pero vos sonreías y ganabas altura,
cada vez más libre,
cada vez más feliz
con tus nuevas alas blancas.
RENÉ SEGURA
Limpio mis heridas
Limpio
mis heridas
Y Las limpio muy bien
para volver a tener mi piel Lista para otra herida.
Busco sanción
Busco ascensión
Para volver a estar arriba
Listo para otra caída.
Rezo de nuevo
Limpio mi conciencia
Para volver a tener mi alma
Lista para otro pecado.
JULES LAFORGUE
La esfinge
En
las estepas del desierto, a la hora en que el apagado cielo
al jaguar adormecido incita a buscar el frescor,
con los ojos en el horizonte mudo, vasto, sin fin,
hundidos hasta los senos en la arena, una esfinge en cuclillas sueña.
A
sus pies, sin embargo, muriendo como el oleaje,
un pueblo de hormigas negro y atareado se agita.
vive, ama, va, y luego lentamente pasa
bajo esa mirada sin cesar en el horizonte clavada.
Y
ese pueblo ya no existe. El sol escarlata
allá abajo tranquilo se oculta, en un resplandor dorado,
luego, el aliento de la tarde, tibio y delicado,
dispersa esos despojos. La gran esfinge sigue soñando.
MAROSA DI GIORGIO
Domingo a la tarde…
Domingo a la tarde, y voy por el huerto sin recordar cómo salí y llegué hasta acá. El cielo es de oro, deslumbrador, y de los naranjos caen frutas y flores.
Trepo
a uno, según mi costumbre antigua. Estoy un rato. Los pájaros saltan de rama en
rama. Desciendo. Subo. Tomo una fruta.
Al
bajar, ya veo un cadáver. Vestido y tendido. Y más allá, otro. Y otro. Por
todos lados, aparecen. Vestidos y tendidos.
Y cada uno con el hígado destrozado o el corazón. Pero ¿quiénes son? Acaso, no
me percaté y hubo una rápida guerra?
En puntas de pie, voy hacia la casa; desolada paso el jardín de celedonias y
“conejitos”. Adentro, no queda nadie. Voy a gritar; para qué, si nadie oye.
Algunas mariposas chocan en los vidrios.
Sobre
la mesa hay un álbum que no conocía; al entremirarlo, veo dibujada la batalla,
los cadáveres y las plantas. En blanco y negro. Y en colores. La noche cae de
súbito; las luces se encienden solas.
Y
aparecen más cadáveres entre las plantas.
LALO BARRUBIA
La pobrecita
Pobre
señora
ya todo terminó
Como lo ve señora
ya todo terminó
Ya todo se acabó
Ya todo terminó
Ella
puede llorar hasta con tropical
porque todo en la vuelta la hace pensar
el azar la tristeza y el viento del mar
le carcomen los huesos la dejan atrás
la cordura perdida contra el ventanal
que no puede cerrar y no puede cerrar y no puede cerrar
Las
canastas vacías
la voz de la tía que quiere de veras saber cómo está
y en su lenta agonía se viene a acordar
que la hora está cerca y la casa está sucia
y que quiere apurarse y se quiere bañar
que los niños dejaron juguetes tirados
y un chicle aplastado en el piso encerado
el año pasado para navidad
Que
no sabe si debe entregar todito
o guardarse un poquito
qué hace después con ese restito
que se vuelve veneno entre los deditos
Que
no sabe si es cubana o si es europea
el agua se le sale toda pa fuera
pero ella igual aguanta y se pone seria
una chica con clase
una chica buena
Que
no sabe si es madura o si es pendeja
ni si está metida o está de vuelta
La ausencia es un lugar en la casa pequeña
con olor a varón y a civilización
y a yuyos secados contra la razón
Que no sabe esta pobre señora
si todo terminó
Que
no sabe si debe sentarse a esperar
o correr con el trapo de aquí para allá
Que no sabe si debe ponerse una gorra o si debe mostrar
que las canas crecieron debajo del casting
que no tiene plata para renovar
Que
no sabe si debe volverlo a llamar
porque el tipo ya sabe y entonces qué tal
En su acuario se mete queriendo aceptar
que murió la canción y que el tiempo murió
que el teléfono calla
y que el tipo está lejos tomando pastillas antidepresión
Como lo ve señora
ya todo terminó
Que
quizá el viejo amigo fue el que le contó
lo que ella había hecho detrás del telón
aunque ya estaba muerto en sus otras vidas
de niña perdida
y la sangre volvía a su corazón
corazón,corazón
Y
que tanto pasado le queda pesado
tirada en la ruta haciendo autoestop
su sonoro costado ovillado apagado
volviendo al soldado de hacer los mandados
sacando fiado y pidiendo perdón
Y la
tarde se fue y el verano acabó
se acabó el chocolate y el té se acabó
se acabó la botella y el lío acabó
se acabó la semana y el fin de semana
y se le dio la gana de fingir que no
pero ya ve
Murió
la flor de vuestro amor
murió el sol que lo alumbraba
la estrella que los guiaba también desapareció
Señora
señora
ya todo terminó
Nota: Lalo Barrubia, seudónimo de María
del Rosario González
BAUDILIO MONTOYA
José Dolores Naranjo
El
domingo por la tarde,
Llegando a “Pueblo Tapado”,
¡Cayó¡ bajo una descarga, José Dolores Naranjo;
Un campesino sencillo,
Sencillo como su campo,
De esos que cantan y siembran
y que rezan el rosario
Y que a ninguno le hacen mal
porque detestan el daño.
Cayó
en mitad del camino,
Cayó así, descoyuntado,
Treinta perdigones crueles
le rompieron el costado;
No pudo cerrar los ojos,
Los dejo así, dilatados,
Como mirando adelante,
Como mirando hacia el alto
En donde estaba su amor
esperándole en el rancho
Cercado de enredaderas,
y de rosas y geranios,
Todo eso que él cultivó
con el fervor de sus manos.
Al
hacerse la descarga
En comienzos del ocaso,
Los turpiales sorprendidos
al momento se callaron,
Cuando pudieron saber
que los hombres son tan malos.
La
autoridad llego presto,
Llegó a cumplir su mandato,
Como lo quiere la patria
y el señor lo está ordenando;
Requisaron el cadáver,
Ni tarjetas, ni retratos;
Solo pendiente del cuello,
-ícono muy adorado-
Tenía en ruinas la reliquia
De un ligero escapulario,
En donde la Virgen Madre
Abría con amor los brazos.
Yo
estoy recordando ahora
Ese momento nefando;
El camino tan abierto
Que lleva a “Pueblo tapado”,
Los turpiales en silencio
Frente al crimen consumado,
Y los ojos que tenía
José Dolores Naranjo.,
Unos ojos de ceniza
Amargamente quebrados,
Que después del sacrificio
En ese término aciago,
Se quedaron muy abiertos
Como mirando hacia el alto,
Donde una mujer cordial
Y cuatro hijos de su canto
Le esperaban anhelosos
En la placidez del rancho.
Ah,
vida ciega la vida,
Ah de los hambres del campo,
Que trabajan y que siembran
Y que rezan el rosario,
Para morirse después
En un criminoso asalto
Como ese que conoció
José Dolores Naranjo.
Ah,
caminos de mi tierra,
Caminos hoy sin amparo,
Caminos ayer tan buenos
Pero ahora tan amargos,
Caminos que yo viví
Y por los que estoy llorando,
En donde tantos caerán
Al empezar el acaso,
Como cayó sin saberlo
José dolores Naranjo.
martes, 29 de marzo de 2022
ALEJANDRO ROEMMERS
Dios te salve, poesía
Dios
te salve, poesía,
llena eres de gracia,
de alamedas, caracoles y alboradas.
El Amor está contigo,
y su Verdad, más profunda que el silencio,
y su Misterio, más grande que la vida.
Humilde tú eres entre todas las artes
y bendita es la Palabra de tu vientre.
Salva, poesía, y redime a quien te invoca.
Ven a nosotros, errantes soñadores,
ahora, en la pasión del canto ardiente,
y en la noche de nuestros versos más tristes,
para conducirnos al umbral del Día.
JORGE LOBILLO
Flores
Flores
en mi jardín
En mi paraíso terrenal
En el jardín donde falta un profeta de verdad
Y donde nunca habitara Eva
Flores sabias
Por encima del todo Y por debajo del fin
Sabiduría sin palabras
Que viaja por el silencio
Flores que me enseñan mucho:
Que el tiempo no existe
Que nada importa
Y que no son sabias.
JULES LAFORGUE
Lamento de esta hermosa luna
Se
oyen Estrellas:
En el regazo
Del patrón
Todos bailamos en corro
En el regazo
Del patrón,
Bailamos todos en corro.
Vamos,
señorita Luna,
Desechemos nuestros rencores;
Entrad en la danza y dispondréis de
Un collar de dorados soles.
Dios
mío, es muy honesto por su parte,
para una pobre Cenicienta;
Pero me basta con el medallón
Que me regaló mi hermana planeta.
¡Por
Dios! vuestra Tierra es simple secuaz
Del pensamiento! Venid a la fiesta;
Con la seguridad de que volveréis la cabeza
A los más excelsos astros.
Gracias,
gracias, sólo tengo a mi amiga del alma,
¡Ahora mismo la oigo gemir!
Os
equivocáis, ¡es el suspiro
De las químicas universales!
¡Malas
lenguas, callaos!
Debo velar. Hatajo de mujerzuelas,
¡Seguid con vuestros picos pardos!
-¡Dejadnos,
pues, virtuosa doncella enharinada!
¡Eh, Nuestra Señora de los ebrios,
De los duendes y rateros!
¡Ponedora en celo de los viejos gatos!
¡Cucú!
Salen
las estrellas. Silencio y Luna. Se oye:
Bajo
el techo
Sin fondo,
Bailamos y bailamos,
Bajo el techo
Sin fondo,
Todos bailamos en corro.
MAROSA DI GIORGIO
Ellos tenían siempre la cosecha más roja, la uva
centelleante…
Ellos
tenían siempre la cosecha más roja, la uva centelleante.
A veces, al mediodía, cuando el sol embriaga -si no, nunca
nos atreviéramos-, mi madre y yo, tomadas de la mano,
íbamos por los senderos de la huerta, hasta pasar la línea
casi invisible, hasta la vid de los monjes. La uva erguía
bien alto su farol de granos; cada grano era como un rubí
sin facetas con una centella dentro. Ellos estaban aquí y allá
con las sayas negras o rojas, y parecían escudriñar diminutas
estampillas, grandes láminas, o meditar profundamente sobre
el Santo de esos lugares. A nuestro rumor alguno dirigía
hasta nosotras la mirada como una flecha de oro o de plata.
Y nosotras huíamos sin volvernos, temblando bajo
el inmenso sol.
LALO BARRUBIA
Amante
la
cara levantada tragándose el reguero de la ducha
donde sacarse las capas de noticias tóxicas
el no lugar
de los maltratos injusticias
metales flotantes en el aire
fragmentos de cuerpos vivos
fotos de vestidos blancos
manchas de sangre azul en los calzones
inesperadas víctimas
cera para coches
arquitectura de la miseria
planes quinquenales para cementar
la venganza
y el destierro
y el olvido
los
años pasan y sus manos
escriben siempre el mismo poema del lugar
había un solo lugar para decir
no parecía tan difícil aun
con los brazos doloridos
de abrazar como garrapatas
un
lugar que
lleva el nombre de otro ser humano
un lugar donde
dejar resbalar las escamas secas donde
esconderse de la mirada negra del invierno
sin estrellas
de la nieve urbana impertérrita
sucia de chorros negros de caños de escape
de manchas amarillas de meadas de perro
o de borrachos en la madrugada
un
lugar que
retumba persistente
en el tambor destemplado de la noche que
nos deja los músculos de las piernas resentidos
por un par de días los pezones hinchados
un
lugar que
tiembla y duda y no dice nada
por las dudas
no dice nada
un
lugar cuando
en tus ojos no importa si las horas bajan
un
lugar donde
sabés que nada puede ser igual
desde los no lugares no volverá
nunca
a ser igual
un
lugar porque
todo lo que no es cuerpo
carece de importancia
un
lugar abajo y encima
de la idea de patria frontera pasaporte
de cielo tierra mente orillas
trascendencias distancias
un
lugar hacia
el que caminás siempre de regreso porque
entonces todo cantaba
un
lugar para
hundirse con
el nombre de
otro ser humano que
tiembla y duda
y brilla de sudor
y brilla de todo
y por las dudas
no dice
nada
Nota: Lalo Barrubia, seudónimo de María
del Rosario González
BAUDILIO MONTOYA
Prosapia
Tengo
una sangre loca de cíngaro trovero
que reta indiferente su cábala fatal,
y el insondable orgullo del viejo romancero
donde exaltó mi raza su pecado mortal.
Tal
vez por la elegancia suprema de mi acero
y el gesto de mi empeño romántico y sensual,
fui en épocas remotas un príncipe altanero
que tuvo un sonoroso castillo de cristal.
Lo
afirma así la fiebre tenaz de la locura
que eleva la manera gentil de mi apostura,
y tantas cosas bellas que nutren mi emoción;
pues
por razones hondas que ante la turba callo,
doscientas odaliscas que tuvo mi serrallo
no fueron suficientes para mi tentación.
lunes, 28 de marzo de 2022
ALEJANDRO ROEMMERS
Momento blanco
Lúcida,
entera, pura,
la inmensidad nevada.
Un arpa evanescente,
bajo el lienzo extendido
de las neblinas bajas…
Tómame, rodéame,
habítame blancura.
Inúndame grandeza.
Inocencia, abrázame.
Abrígame silencio
en blanco remolino.
Altura, despójame.
Absuélveme pureza,
impúlsame, sálvame.
Extraña liviandad.
Sobre tus alas libres
condúceme, poesía,
hacia el amor constante.
Llévame, transpórtame
angélica espesura,
hacia donde hay encuentro,
fulgor y epifanía.
RENÉ SEGURA
Para quien escribo
Escribo
para mí
Porque esta es la única forma de poderme escuchar
Por encima de la voz interna que me atormenta.
Escribo para mí
Para no olvidar él porque escribo para mí
Y leer estos escritos que son mis nuevos enemigos.
Escribo para mí
Para recordar quien creo ser
Y sobre todo para escuchar un yo que le roba tiempo a su destrucción.
JULES LAFORGUE
Cisterna seca
Cobarde
vi cómo el Arte partía, mi último dios;
ya no me estrecha lo Bello con su inmortal delirio,
siento que he perdido, pues con Él echó a volar
el éxtasis que aplaca a veces los viejos deseos.
Treinta siglos de hastío pesan en mi espalda
y concentran sobre mí su llanto y su culpa.
Nuestras manos olvidaron el trabajo que consuela.
No hay día en que no piense, miedoso, en la muerte.
Sordo a la ilusión de las multitudes,
me arrastro abatido hacia parajes lejanos,
todo acabó para mí, nada más espero.
¡Pero lates aún, deshecho corazón pobre!
¡Ah, si como antaño al menos lograra
el llorar que tanto bien hace a los niños!
MAROSA DI GIORGIO
Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto…
Había
nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,
que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos
en aquel tiempo.
Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como
el fuego.
Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con
pie punzó.
Mas, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose
una a cada boca.
Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba
en la noche a buscar doncellas.
Y nunca la eligió.
LALO BARRUBIA
La mujer anarquista
este
es un poema revolucionario
que la mujer anarquista se debía a sí misma
porque nunca antes
escribió poemas revolucionarios
ella
viene de la clase obrera
y levanta su bandera por la libertad
a
ella le gusta el sexo guarro
con gusto amargo en la boca
y que duela en las nalgas el día después
y los hombres de los que nunca podría enamorarse
porque si no no sería lo suficientemente guarro
y porque hay que vivir para contarlo
le
gusta el vino barato
que pasa de mano en mano
bailando en la vereda
y los porros chiquititos que te ponen en onda
y sabe que con música de tambores remendados
se puede bailar también
pero
también le gustan los vinos añejados
la carne asada en el punto exacto
los porros que te llenan el vientre de estrellitas
y los hombres inteligentes y sanos
que de todas las cosas parecen saber
hay
muchas cosas que la mujer anarquista no sabe hacer
no sabe elegir el vino adecuado
y en los buenos restaurantes siempre pide el pescado
porque suena bien
no sabe exigir lo que le corresponde
y si lo hace es porque está muy enojada
y entonces nada sale bien
no
sabe decir las cosas que piensa
y mucho menos decirlas en inglés
y el momento justo de decirlas
siempre lo encuentra después
pero
sí sabe
escribir poemas revolucionarios
que los poetas no consideran poemas
y los revolucionarios no consideran revolucionarios
y
tiene buen olfato para detectar
hombres inteligentes y guarros
de los que nunca podría enamorarse
porque hay que vivir después
Nota: Lalo Barrubia, seudónimo de María
del Rosario González
BAUDILIO MONTOYA
Querella de pena y amor
Mira,
que ya no resisto,
Escucha, es que ya no puedo
Y voy a parar la vida
para decir lo que siento,
Voy a contarle a las nubes
que pasan rayando el cielo,
Que te llamo, que te busco,
que te sigo y te deseo;
Voy a entregar estas voces
que descoyuntan mis huesos,
Para que sepan mañana
que te adoro, que te quiero.
¡Ah¡
si te asaltara un lirio,
Si te estrangulara el viento,
Si te robara esos ojos
tan hermosos, un lucero;
Si celebrara ese talle
tan bellamente trianero
El verso jamás oído
de algún poeta bohemio.
Mira,
mira, aunque lo sepan,
Y aunque lo conozca el pueblo,
Como una sombra en silencio,
Voy a decir que te sigo
Que ya me estoy acabando,
Que ya me estoy consumiendo,
Ardiendo por tu cariño
como una brasa de cedro
Que iré por tí hasta la muerte,
Que no le temo al infierno,
Porque yo sé que en tu amor,
Tengo seguro mí cielo.
Mira,
que lo entienda el mundo,
Que lo sepa el universo,
Y que conozcan las gentes,
Y el sol, y el agua y el viento
Que sobre todas las cosas,
Te quiero mucho… te quiero…
domingo, 27 de marzo de 2022
MARÍA GARCÍA DÍAZ
Imagina
I
un
mundo tangible:
imagina
lagunas de agua verde
cárcavas de terracota
cuerpos de carne
biologías de sosiego
De: “Suave la matriz”
EDUARDO ESCOBAR
Paisaje infinito
Debajo
de aquella columna de humo remoto
doblándose como un árbol bajo el peso oscuro del viento
tengo derecho a suponer el chisporroteo de un fogón encendido
Y detrás del fogón ha de haber una mujer que canta
O calla
Con un cucharón de madera en la mano derecha
revolviendo un cocido de papas y trozos de gallina y pizcas de cilantro
Y quizás lleva un delantal a cuadros azules
Y detrás de la mujer debe haber un niño
sentado en el suelo de tierra pensando en nada
Y detrás del niño ha de estar papá
Con su vozarrón callado y sus grandes zapatos quietos
Y su bigote de corsario
O como de manubrio de bicicleta
que le da un aspecto fiero
Y cómico a la vez
Y tierno
Y detrás de papá habrá un perro blanco
Y detrás del perro un gato colorado mordisqueándole la cola
Y detrás del gato una puerta abierta
Y un camino y una colina
Y una casa y una columna de humo
Y
alguien que como yo
o tal vez mi contrario
contempla el paisaje circular a estas horas
se dice:
debajo de aquella columna de humo remoto
doblándose como un árbol bajo el peso oscuro del viento
he de suponer un fogón encendido y una mujer que canta
o que calla
LEÓN ZAFIR
Por ver a la reina
Princesa
encantada: dende hace ocho días
supe en mi montaña, que queda muy leja,
que a usté por sus dotes de virtú y de gracia
iban a ponerle corona de reina;
y que todo el mundo s’ ihallaba alelao
viendo su lindeza;
que iban a llevale muchas serenatas,
a cantale trovas y escribile décimas
y a decile cosas de fina lindura
muy sentimentales todos los poetas.
Que
una vez ponida la corona d’ioro,
de laurel o yedras,
usté ya podía ditar sus mandatos
lo mesmo que aquellas
remitas tan lindas que yo he percatao
en vistas de cine que hasta el campo llegan
y en algunos cuentos lo más divertidos
que pa los muchachos hace un tal Callejas.
Y
por eso mesmo dende antier temprano
le dije a mi vieja
que yo me tenía que venír pal pueblo
de todas maneras.
Que
me cepillara mi calzón de paño
y mi ruana negra
y que me planchara mi camisa blanca,
pa venime a vela.
Dejé
comenzao mi tajo en el monte
y dejé mi güerta;
en un rincón puse con mucho cuidao
toda mi herramienta;
colgué mi machete
d’iun clavo grandote qu’ihay tras de la puerta;
me tercié del hombro mi carriel de nutria
con siete bolsillos y cuatro secretas,
me amarré en la nuca mi pañuelo nuevo
marcao con seda,
descolgué mi tiple,
le cambie las cuerdas,
y agarré el camino que hay en la montaña
por venir a verla.
Y
aquí estoy plantao dende ayer, vigiando
por esos balcones onde usté s’incuentra,
a ver si la logro devisar, pa echale
las trovas más nuevas
que por el camino me vine inventando
pa usté solamente, paisana antioqueña.
Que
tiene, me cuentan, usté unos ojazos
claros como l’agua que se queda quieta
puay en esos lagos que hay en la montaña
y que son los baños de la luna llena.
Y
que los cabellos de usté se parecen
como a chorros d’ioro que mi Dios hubiera
derramao un día pa que recogiéramos
los que semos pobres aquí en esta tierra.
Y
también me cuentan que las manos suyas
son como la espuma, lo mesmo que seda;
que es usté muy buena, que es usté muy linda,
más buena y más linda que todas las reinas.
No
puedo, por tanto, soberana linda,
volver a mi tierra
sin haberla visto con todos sus lujos:
corona, pulseras,
mudada lo mesmo que en el pueblo mudan
a la Virgen blanca con toda su percha,
y no dende lejos, que no juera gracia,
sino bien de cerca.
Que
habiéndola visto y habiendo cantao
junto a su ventana siquiera dos décimas,
ya me iré contento, con el mesmo brío,
a hacer el cultivo de mis sementeras…
Y
estoy cavilando que por un milagro
puede hasta salirme mejor la cosecha.
Y en el rancho mío, la tarde en que llegue,
todo sudoroso, con la boca seca,
tendré la visita de muchos vecinos;
de toda la gente que hay en la vereda,
y hombres y mujeres habrán de envidiame
cuando yo les cuente que vide la reina.
Yo
habré de espetales que usté es tan bonita
como la Patrona que alumbra mí vieja:
Virgen del Carmelo que no ha permitido
que a yo me asesinen en alguna gresca.
Que
la frente suya
es blanca lo mesmo que unas azucenas
que tiene mí mama
sembradas a un lao de la talanquera;
y que son sus manos lo mesmo que lirios
y que usté es más dulce que la miel de abejas.
Y
cuando mi perro voliando la cola
salga a recibirme, feliz por mi vuelta,
yo habré de decirle, manque no me entienda:
Vos sós un chandoso,
sós un desgraciao que sufrís cojera,
-cojera de perro que es pura malicia
pa latir sentao, pa no ir a la selva-,
y vas a morirte de viejo entre el rancho,
¡sin ver a la reina!
Nota: León Zafir, seudónimo de Pablo
Emilio Restrepo López


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