domingo, 27 de marzo de 2022

LEÓN ZAFIR

 

  

Por ver a la reina

 

 

Princesa encantada: dende hace ocho días
supe en mi montaña, que queda muy leja,
que a usté por sus dotes de virtú y de gracia
iban a ponerle corona de reina;
y que todo el mundo s’ ihallaba alelao
viendo su lindeza;
que iban a llevale muchas serenatas,
a cantale trovas y escribile décimas
y a decile cosas de fina lindura
muy sentimentales todos los poetas.

Que una vez ponida la corona d’ioro,
de laurel o yedras,
usté ya podía ditar sus mandatos
lo mesmo que aquellas
remitas tan lindas que yo he percatao
en vistas de cine que hasta el campo llegan
y en algunos cuentos lo más divertidos
que pa los muchachos hace un tal Callejas.

Y por eso mesmo dende antier temprano
le dije a mi vieja
que yo me tenía que venír pal pueblo
de todas maneras.

Que me cepillara mi calzón de paño
y mi ruana negra
y que me planchara mi camisa blanca,
pa venime a vela.

Dejé comenzao mi tajo en el monte
y dejé mi güerta;
en un rincón puse con mucho cuidao
toda mi herramienta;
colgué mi machete
d’iun clavo grandote qu’ihay tras de la puerta;
me tercié del hombro mi carriel de nutria
con siete bolsillos y cuatro secretas,
me amarré en la nuca mi pañuelo nuevo
marcao con seda,
descolgué mi tiple,
le cambie las cuerdas,
y agarré el camino que hay en la montaña
por venir a verla.

Y aquí estoy plantao dende ayer, vigiando
por esos balcones onde usté s’incuentra,
a ver si la logro devisar, pa echale
las trovas más nuevas
que por el camino me vine inventando
pa usté solamente, paisana antioqueña.

Que tiene, me cuentan, usté unos ojazos
claros como l’agua que se queda quieta
puay en esos lagos que hay en la montaña
y que son los baños de la luna llena.

Y que los cabellos de usté se parecen
como a chorros d’ioro que mi Dios hubiera
derramao un día pa que recogiéramos
los que semos pobres aquí en esta tierra.

Y también me cuentan que las manos suyas
son como la espuma, lo mesmo que seda;
que es usté muy buena, que es usté muy linda,
más buena y más linda que todas las reinas.

No puedo, por tanto, soberana linda,
volver a mi tierra
sin haberla visto con todos sus lujos:
corona, pulseras,
mudada lo mesmo que en el pueblo mudan
a la Virgen blanca con toda su percha,
y no dende lejos, que no juera gracia,
sino bien de cerca.

Que habiéndola visto y habiendo cantao
junto a su ventana siquiera dos décimas,
ya me iré contento, con el mesmo brío,
a hacer el cultivo de mis sementeras…

Y estoy cavilando que por un milagro
puede hasta salirme mejor la cosecha.
Y en el rancho mío, la tarde en que llegue,
todo sudoroso, con la boca seca,
tendré la visita de muchos vecinos;
de toda la gente que hay en la vereda,
y hombres y mujeres habrán de envidiame
cuando yo les cuente que vide la reina.

Yo habré de espetales que usté es tan bonita
como la Patrona que alumbra mí vieja:
Virgen del Carmelo que no ha permitido
que a yo me asesinen en alguna gresca.

Que la frente suya
es blanca lo mesmo que unas azucenas
que tiene mí mama
sembradas a un lao de la talanquera;
y que son sus manos lo mesmo que lirios
y que usté es más dulce que la miel de abejas.

Y cuando mi perro voliando la cola
salga a recibirme, feliz por mi vuelta,
yo habré de decirle, manque no me entienda:
Vos sós un chandoso,
sós un desgraciao que sufrís cojera,
-cojera de perro que es pura malicia
pa latir sentao, pa no ir a la selva-,
y vas a morirte de viejo entre el rancho,
¡sin ver a la reina!

  

Nota: León Zafir, seudónimo de Pablo Emilio Restrepo López

 

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