Prosapia
Tengo
una sangre loca de cíngaro trovero
que reta indiferente su cábala fatal,
y el insondable orgullo del viejo romancero
donde exaltó mi raza su pecado mortal.
Tal
vez por la elegancia suprema de mi acero
y el gesto de mi empeño romántico y sensual,
fui en épocas remotas un príncipe altanero
que tuvo un sonoroso castillo de cristal.
Lo
afirma así la fiebre tenaz de la locura
que eleva la manera gentil de mi apostura,
y tantas cosas bellas que nutren mi emoción;
pues
por razones hondas que ante la turba callo,
doscientas odaliscas que tuvo mi serrallo
no fueron suficientes para mi tentación.
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