Sacrificio
Hoy
también como todas las santas noches
-maldita sea-
a las once en punto
después de la última campanada
del reloj de arpas
decapitaron en el segundo piso
a la misma mujer
y
como siempre
ella lo soportó en un silencio digno y claro
obediente al ritual
emitiendo un pequeño gemido de corneja
Como
todas las noches a las once en punto
hoy
oí caer la cabeza de una mujer
con el mismo golpe amortiguado
que ya es costumbre
sin decir un sí es no es
sin protestar
sin hacer una tragedia de una liturgia necesaria
De un sacrificio inapelable
Aceptando el destino
Y yo
apagué la luz de la lámpara de la mesa de noche
compadecido, pero también más tranquilo
Porque
no sé qué pasaría si algún día dejara de suceder
y
perdonaran a esa mujer en el segundo piso
Y no cayera a las once en punto
su cabeza
como una bola de sebo
en un canasto
esparciendo aromas de glucosas quemadas
Mientras
el eco del último toque de las once
disuelve el arpa del reloj de muro
y en algún patio del barrio recogido
aletea
victorioso
el mismo gallo
el
verdugo se aleja, cojea un poco del pie izquierdo
Y cuenta las monedas de sus honorarios
bien ganados
y musita una canción de negros
pensando en sus hijos
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