Luz,
contraluz
El
que apaga la luz
no siempre busca el sueño.
A veces, en lo oscuro,
sus ojos se acostumbran a mirar
lo que no ven de día:
viene un niño corriendo
detrás de una pelota siempre esquiva,
hay un adolescente con un libro en las manos.
Detrás de los cristales de sus gafas,
amor que no encuentra reflejo.
A todos los protege la sombra de un poeta:
Alberti, Juan Ramón, Machado, Federico;
después Ángel González, Vallejo, Jaime Gil…
todos le dicen cómo,
descubren el porqué
mientras alguien pregunta
cómo sabremos cuándo.
El
joven, sorbo a sorbo,
bebe el café del tiempo y se hace hombre,
definitivamente padre,
dubitativo faro
a merced, como siempre, de las horas:
las menos, de descanso,
las demás persiguiendo
lo mismo que aquel niño
que no supo jugar a la pelota.
El que enciende la luz ya no es el mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario