Familias
felices e infelices I
Si
todas las familias felices son parecidas,
entonces
lo son también las familias infelices,
cuyas
vidas celebramos
porque
se mueven y son cálidas,
porque
son lo que pensamos que es la vida.
Alguien
está mintiendo y a alguien
le
están mintiendo. Alguien es golpeado
y
alguien más está dando los golpes.
Alguien
está rezando, o llora
porque
no sabe cómo rezar.
Alguien
bebe toda la noche;
alguien
se arrincona en las esquinas;
alguien
amenaza y alguien suplica.
Amargas
palabras en la mesa,
amargos
sollozos en la habitación;
represalias
respirando en el espejo del baño.
La
casa cruje con secretos;
todos
elaboran un plan de escape.
Alguien
se hace añicos sin sonido alguno.
A
veces uno de ellos deja la casa
en
camilla, en terrible silencio.
¡Cuánta
energía roba el sufrimiento!
Es
como un fuego que quema y quema
pero
no puede incendiar hasta la extinción.
Las
familias infelices nunca son ociosas;
siempre
se encuentran dónde está la acción,
no
como las otras, las felices,
que
nunca levantan la voz
ni
escupen sangre, que nunca hacen nada
para
merecer su felicidad.
Versión
por David Ruano González
No hay comentarios:
Publicar un comentario