jueves, 1 de septiembre de 2022

VÍCTOR ANGULO

 

  

Mudanza

 

 

Primero fueron las viviendas de protección oficial,

las hipotecas basura, los alquileres en pisos compartidos.

Fueron los coches de segunda mano,

el deseo y las ciudades,

las puertas que se cerraban por falta de experiencia.

 

Después fue la vida en pareja,

y casi al mismo tiempo el final de la juventud.

Diez años en los que el vigor y el sexo

continuamente fueron reprimidos

por la escasez y el dinero,

por la sucesión continua de trabajos

que no daban ni para pagar el alquiler.

 

Diez años o quizá algo más,

aunque antes sobrevino la expansión del cuerpo

y el esplendor del lujo.

Sucedieron los viajes y el derroche,

y durante un tiempo las visitas a los restaurantes

a lo largo de los fines de semana.

 

Después vinieron los unifamiliares,

los niños y los monovolúmenes.

Un espacio más grande porque tras la ostentación

que produce la ausencia de compromiso

de pronto todo empezó a quedarse pequeño.

 

Entonces fueron los jardines y las piscinas comunitarias.

Fueron las comidas en familia, las barbacoas,

las colas del Burger King.

Fueron las sesiones de spinning, las pistas de tenis,

las hipotecas de los hijos.

Un espacio más reducido porque de repente

todo empezó a quedarse grande.

Entonces fueron otra vez los apartamentos,

los descuentos del supermercado,

los años que son distancia

aunque la vida siempre sea igual.

 

Para poder entenderla,

siempre trascurre al menos entre dos verdades.

 

De: “Street View”

 

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