viernes, 2 de septiembre de 2022

VÍCTOR ANGULO

 

  

Los polígonos industriales

 

 

Los polígonos, dices,

me gustan los polígonos industriales. Sus calles.

Me gustan las carreteras que se cruzan en perpendicular,

los árboles que nunca serán altos,

la vida sencilla de las cadenas de montaje.

 

Me gustan las fábricas,

las fiestas que se montan durante los fines de semana,

cualquier lugar donde la música no molesta

y la gente baila como si fuera el fin del mundo;

como si la intensidad de la noche jamás fuera a interrumpir

los sueños de grandeza, las ansias de poder,

las ganas de presunción y delirio.

 

Tras la expansión de la juventud, sin embargo;

tras la ilusión de los concesionarios

y el destello de los almacenes chinos,

tras el milagro de la gestión y la logística,

me gustan los talleres.

Me gusta lo pragmático, lo simple,

por fin la tierra allanada y dividida en parcelas,

la multiplicación de las salas de cine,

las ventajas de los autoservicios 24 horas.

 

Siempre rodeados de soledad,

siempre dominados por el placer y la aventura,

envueltos en medio del estupor,

me gustan los coches que hay aparcados

delante de los clubs nocturnos,

los camiones que llegan intempestivamente,

las luces de las naves comerciales.

 

Me gustan las salas de juego,

los supermercados que hay a la salida de las autovías,

el esplendor y el descontento,

las voces de este tiempo tan distinto a otros;

tan diferente porque me gusta lo nuevo,

lo verdaderamente nuevo de los polígonos industriales,

la gente que pasea,

las extensiones traslúcidas de la vida.

 

De: “Street View”

 

 

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