lunes, 5 de septiembre de 2022

VÍCTOR ANGULO

 

  

Playa de la Malvarrosa

 

 

Una mañana que no sabía qué hacer,

cogí el coche de mi chica y me dirigí a Valencia.

Por el camino,

a la altura de Teruel,

me entraron unas ganas terribles de bañarme en el mar.

Me entró también un hambre atroz,

un antojo bárbaro de paella de marisco que no lo pude

remediar,

así que cuando llegué directamente me fui a una terraza

y me pedí una ración doble.

 

Mientras se hacía

le dije al camarero que me sirviera una copa de vino blanco.

Me la bebí y luego me puso otra.

Me acabé el arroz y disfruté de un postre casero.

Me tomé además un café cortado,

y después tranquilamente me dirigí a la playa.

Ya no me apetecía meterme en el mar,

sino sentarme y contemplar el lugar mientras pensaba

en Luis Cernuda;

mientras pensaba en Manuel Altolaguirre, en la juventud

y en la felicidad,

o al menos así me gusta recordarlos;

así me gusta imaginarlos,

corriendo invictos y relucientes por la playa de la

Malvarrosa

como en la foto que preside la mesa de mi despacho.

 

Me pedí otro gin tónic

y de pronto sentí que no tenía ganas de volver a casa.

Quería dormir solo y me cogí un hotel en las afueras.

De paso aproveché para llamar por teléfono.

Estaba bien, sí… También el coche… Puedes coger

el mío…

¿Ropa?… Llevaba la puesta, pero no necesitaba más.

Simplemente quería vivir la ausencia, la inquietud;

por una noche, la mera suposición,

y después volvería.

 

 

De: “Street View”

 

 

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