Está
nevando afuera. Estoy escuchando una canción en la que me enamoré dos veces. No
sé en qué idioma está la canción. No hay ninguna diferencia cuando sueño en un
idioma y me enamoro en otro. El año pasado cambié de casa cinco veces. El año
pasado en las escaleras de mi casa vi un pájaro muerto. Tenía miedo de
enterrarlo. Tal vez quien limpió el apartamento lo lanzó fuera, pero llevo un
año enterrándolo en diferentes países. Es un egoísmo absoluto. No le afecta que
lo entierren, sólo me salva de ver la decadencia. Pero ¿por qué he de temer la
decadencia? Yo, que viví la guerra más larga del siglo pasado y que, pocos años
después de un dictador, me enamoré, en estos pocos años he preferido
desmarcarme del próximo dictador. El miedo a la decadencia no puede ser lo
mismo que el miedo a la muerte. Tampoco depende de la ubicación. Es más
parecido al miedo a la fealdad. El entierro es un asunto estético, pero éste
sólo abre el debate sobre la necesidad o no de enterrar a los pájaros y no dice
nada acerca de mi miedo. No dicen que tuve miedo de tocar el pájaro. He tocado
muchos muertos. También en mis brazos alguien murió. Incluso a veces dudo de si
estoy vivo. No es extraño cuando te duermes en una ciudad y te despiertas en
otra. Tal vez tuve miedo de que algo del cuerpo del pájaro me atrapara. Una
especie de miedo a lo desconocido y, bueno, no es posible usar una similitud o
una duplicación para hacer algo razonable. Este hecho de que yo, en general, no
tuviera miedo de la experiencia a lo desconocido no puede proveer de razón
alguna. Generalmente, la inducción débil es peligrosa. Con la inducción débil
el misterio se pierde y la poesía muere. Por lo tanto, es mejor que vuelva y
mire fuera de la ventana. Todavía está nevando y no me atrevo a escuchar otra
canción.
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