Poeta de ojos encantados
A
la memoria de Juan Sánchez Peláez
Juan
lee,
Juan
sabe que va a morir,
Juan
escucha el resoplido
quejumbroso
de sus pulmones.
Juan
medita línea a línea
el
sonido de cada vocal,
se
imagina un bosquecito claro,
un
río nuboso entre colinas,
una
carta de amor,
una
piragüita.
Juan
lee sin distraerse
en
lo que vendrá.
No
le gusta
la
poesía objetiva.
Prefiere
arropar
cada
palabra
con
el tacto de un animal nocturno.
Respira
hondo
pero
no puede,
no
puede ni deja de leer.
Se
despide de las visitas
y
llama a Malena
con
sus ojos grandes,
repletos
de adivinanzas,
henchidos
de escudriñar
la
piel de las horas,
de
tanto palpar su enigmática desnudez.
De: “Un sobre sin abrir”
No hay comentarios:
Publicar un comentario