Poética
Escuchas
un adagio
y de
repente en ti algo se adagia.
Ese
contagio
es
una magia,
candela
fría
en
la que lo que alumbra es poesía.
Si
te quema un poema
revelándote
exacto
lo
que dentro de ti se quema,
misteriosa
materia al tacto,
dando
palabras a lo que sabías,
ese
fuego que exalta es poesía.
Si
contra fe vencida por la nada
hallas
consuelo que no se te quiebre
al
encontrar hospicio en la mirada
de
quien sabe darte su fiebre
y
así salvas el día,
en
esos ojos vive la poesía.
Si
en ilegible sueño
tu
padre, ya burlado de la muerte,
aparece
y te abraza fuerte fuerte
aunque
se ha convertido en un niño pequeño,
y su
mirada hiere
cuando
te dice que te quiere
(cosa
que padre nunca dijo
y tú
no se la dices a tu hijo),
esa
escena baldía
esconde
poesía.
Por
encima del arte
que
a Adonis hace fiero y bello a Marte,
cántico
de la vida,
no
le pidas que te cierre una herida,
más
bien que te las abra
con
eficaz palabra
helada
en luz tan pura
que
sea un simulacro de sutura.
Esa
es su magia:
la
poesía es fiebre y se contagia.
De:
“Los días heterónomos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario