Los
retumbos (fragmento)
Estábamos
esperando a alguien al otro lado de una línea
que
nunca abandonaba su terminal,
pero
sus resoplos se cuelan de tal o cual forma
en
nuestras ansias.
Las
ansias huelen a la última primavera
de
un corazón a contrarreloj,
y
las ventilas de medio metro cuadrado
son
incapaces de atenuar cualquier cosa atenuable,
sus
mosquiteros frenan en seco a las monedas
que
se hunden en los malecones
y ya
no podremos zambullirnos en nuestras voces electrónicas
sin
volver a sentirnos furtivos ante el atardecer.
Y al
borde de la tabla,
en
el valle del adormecimiento,
estamos
lo bastante cerca para olisquearnos
—hueles
a esmog de invierno y propranolol y lidocaína—,
correteando
con los ojos cerrados bajo las torres
y
estoy lo bastante despierto para saber que he estado dormido
y tu
agua está lo bastante liviana
para
que sea imposible mantenerte en una sola pieza.
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