jueves, 9 de octubre de 2025

JOSÉ MIGUEL VICUÑA

 

 

Las noches perplejas

 

 

I

Tus ojos son ternura y lejanía,
tus manos, catedrales incendiadas.
Dilema de tu paz y de tus días,
¡oh, fría soledad de las estatuas!
Todo en ti sangra y por tu voz perece.
El trémolo violento de las cosas,
profundo de sonidos y de sombras,
a pleno sol, tu corazón detiene.
Sol de sedosa piedra así pulida,
inmenso sol que loco se concede,
sol de celeste pedestal munido
que de remotos ángeles procede.
El sol que juega en húmedas, ruinosas
ciudades de agonía y de misterio
destruye el vivo reino de la rosa,
dulce verbo del viejo tiempo eterno.

 

 

II

Viejo deseo de amenguar la sombra,
de iluminar el ignorado rostro,
libre deseo de arbitrar la forma
rígida, inmensa, del espacio solo,
ven a mi llanto puro, a mi encendida
condensación de mágicas visiones,
ven a buscar en las oscuras voces
pizarra, viento, lámparas dormidas.
Oh, noche, soledad, astros benignos,
eco de viejo, silencioso fuego,
aquí miro las cosas libre, entero,
lleno de dulce savia y de caminos.
¡Vuelva la noche preservada y ciega!
Somos de carne y de piedad y sombra
mientras el tiempo roba nuestra pena,
nuestra quimera, nuestra dicha roba.

 

 

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