miércoles, 7 de marzo de 2012

DAVID N. CAMPOS


Paradoja de la tristeza en los ojos


I

¿en qué momento
se alcanza la tristeza plena?
Llega un minuto austero, límpido
ahogado por el montón de segundos
pensamientos como lluvia.

II

Si te salta un pez detenido,
si te hunde la sonrisa esperanzada
del estruendo mudo de los aniversarios.
Si caminas bajo la sombra nocturna
seca de tus zapatos iletrados.
Si presumes el extinto silencio
de tu memoria, renglones islas
párrafos mar de 7 días
                                   laborales, perdidos.

III

¿qué seremos, en resumen, los fotografiados
por tu eco?
Habrá una definición definitiva
para lo que somos-seremos
dentro de los lustrosos
quinquenios que pasarán,
                                                de largo
como esos peces voladores
detenidos, ingenuos, vivos.

IV

Entonces,
¿Habrá felicidad en quien alcanza
la tristeza plena, cuando posa
como ojo de pez?
¿Será al fin el dilema
de llegar a una meta, cualquiera,
el motivo de reír,
ser completamente
triste?
¿qué dulzura rodará, invisible,
tras el líquido sufrimiento
del suspiro mordaz?
Somos y no somos, al final
los suspiros anhelados
las ganas graciosas de estar
en otra parte
porque aquí no hay nada
ni un silencio vacío, ni
una mirada luminosa ni
esa tristeza que se busca
como el clic de una fotografía
sin contar, como una botella de agua
donde las gotas no se llevan bien.
Así somos en esta botella
enorme, terrible, sedienta.

V

¿será lo mismo, el pez volador
al ave que
nada?
Si buscara nadar, si las alas
fueran aletas y
estas ganas fueran
escamas
entonces buscaría volar,
y sería lo mismo,
porque los ojos de los peces
son iguales a los ojos
de las aves,
ambos buscan, como yo
lo que no hay,
nada-vuela
que no se me es dado
nada
solo este anhelo,
solo estar solo
buscando el desierto ajeno
pequeños espejismos
de sonrisas, en medio
del imaginado oasis en que vivo.

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