lunes, 10 de septiembre de 2012

LUISA CASTRO





El sueño de la muerte



I

Despiértame de este sueño de la muerte,
príncipe de mis días,
acércate,
encuéntrame tendida en este sueño de la muerte.

Tan bella como pueda serlo
aquella que ha cruzado huyendo un bosque
y se ha rendido,

así soy yo de bella. 

Muerta y llorada por pequeños amigos.

II

Despiértame de este sueño de la muerte.
Atiende toda señal del camino
y presta oídos al rumor de los árboles.
Ellos te guiarán.
Ábrete paso, príncipe de mis días,
encuéntrame aquí bella y dormida
y bésame.

Tanto
como puedas besar a aquella
que ha cruzado huyendo un bosque
perseguida y sin culpa
hasta perderse.

Así de bella soy.

III

Tu caballo,
escúchalo,
sabe hacia dónde va,
no lo reprendas.
Sus pequeñas y sensibles orejas
te guiarán.

Hasta este claro en el bosque.

Hasta mí,
que sabía que vendrías a caballo.

IV

Escondida
del filo mortal del malvado
hasta aquí he llegado.

Refugiada
de los venenos que acechan,
nadie
puede arrancarme el corazón.

Así de muerta estoy.

V

Pero la casa es pequeña
y las herramientas,
diminutas en mis manos.

La bondad de mis amigos,
un hermoso ataúd de cristal
y un entierro hermoso.

Y esa roja manzana
de piel resplandeciente
y maligna semilla,
no más dura y más bella que este fruto de mi muerte.

De "De mí haré una estatua ecuestre" 

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