Melodia
de arrabal
Cómo
no voy a sentir que el pecho se me parte
cuando
oigo a Gardel cantarle al barrio
si
yo nací en el barrio del Gallito.
Si
yo jugué con polvo de sus calles,
y
fui pirata entre sus lodazales,
y
cada esquina me sirvió de línea Maginot,
y
sus piedras eran balas treinta treinta,
y
mi pandilla era el Ejército Rojo de la cuadra
(los
pandilleros éramos Anzueto y yo
y
mis hermanos, que no alzaban un palmo de la tierra).
Si
ahí perdí a mi padre, y lo seguí
y
me colgué del bomper de su carro, y
me
arrastró;
si
ahí me atropelló un carruaje cuando
tuve
cinco años y sus caballos me hundieron
sus
cascos en las piernas;
si
ahí conocí el llanto seco, duro, constante
de
mi madre;
si
ahí me iba a juzgar, detrás de un cerco de izotales
al
loco de mi barrio, que usaba muñequeras de cuero,
y
cantaba tangos todo el día
echado
en una hamaca, y en la noche
salía
a cotorrear a las patojas;
si
ahí aprendí a cantar esos tangos
que
ahora canta ese loco de Gardel.
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