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No viene solo el monzón.
De la cintura para arriba lo acompañan tambores
y de la cintura para abajo lo sustentan cuerdas.
Apoya sus plantas sobre una base de madera
y al presentarse el golpeteo
da principio la danza.
Cada grano de la cosecha es una isla para el monzón.
Lo claro y lo oscuro se mezclan con las revoluciones
de las ráfagas
Deja sin cuernos a los rumiantes: los hace volar
en busca de troncos o de respaldos donde clavarse.
El monzón es un contratiempo, miedo, ruta funeral.
En sus cuerdas el orden se acomoda para sonar.
Chillan las iniciales, los hombres buscan oídos donde
asirse
y la inundación revela la fecha de su visita próxima.
De “Una isla de breves ausencias”
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