lunes, 1 de julio de 2013

ANTONIO ALFECA



  
El final de los tiempos



La calle y su frío dolor inútil.
Wolframio, el melancólico escaparate
que tras de ti proyecta su mortal sombra.

El bolero y la diva de quien cae el brazalete, el despojo
de las glorias en que horas había
y era posible la idea: Piensa en mí.

El abrazo o el penúltimo rescoldo del fuego último,
la media sonrisa letal y acibarada,
el banco de una noche extremoungida,

la suerte y su venganza coincidente,
el lógico error del beso a ambos lados del rostro,
piruetas de Cicerón: De amicitia.

El cielo indistinto: transparente alabastro a trozos.
Hundir en aoristo, paralelas del cansancio;
reverbero, rechinar, fractura de almas.

Y el sándalo se derrama como un horror
y abiertos los sepulcros recuerdan otras calles:
fatal perfume o radiografía.

Ya no es hora. Ya el ojo inmortal
del universo se deslíe y difumina.
El adiós más cruel consiste en un hasta mañana.


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