miércoles, 9 de julio de 2014

JORGE LUIS MORALES


 

Alianza de las cosas

  

Asoman por los párpados el troquel de las nubes,
lenemente avisados.
Como una antigua grupa
en que se funde rango y piel,
excelentes los labios de la cal sin rumbo.

Idéntica a una mecha, cansada de arder,
pilotada de nuevo al despojo de oxígeno.
Aros en silencio hacia un cuello tarde.

Sin espinas, tal la curva en el vehículo
en que los cuerpos brevemente se agolpan,
van sacudiendo su mantel de frío,
suturando la coda de citas egregias.

Vuelven a verse, por entonces entregados,
báscula de los gestos que reposando adoptan
una manera anterior:
auxiliares cabañas que la tarde levanta
de arrogantes cañas diferidas en el pulso.

No son los gestos sino palos que lentamente se frotan;
de humedad, algaradas en una noche concreta.
Su quietud es aviso y hermosa, como una rodilla con sangre,
donde a la carne asoman los bordes de un mensaje pulido.

Hacen de esa pose un maxilar perpetuo,
un jugo escindido en las ropas, que eleva sus nucas.
Hacen de esa pose una cueva en que echarse,
extrema como una lente, percutida, y apenas vibrante.

 

 

 

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