miércoles, 12 de noviembre de 2014

LUIS NIETO


 
Presencia y muerte

 

Y fue en aquella hora
del llanto de los veleros que se iban
interrumpiendo el sueño de las guitarras;
fue el minuto mismo
de las palabras mustias y deshojadas,
de mi pañuelo herido, ya sin congoja,
cuando tu corazón como un navío
se hundía entre montañas de silencio,
cuando la voz agónica de las sirenas
se quebraba en el aire
como el lamento de un animal herido.
Todo murió aquel día
en que confiaste al mar nuestro secreto
ante la roca amarga
partida de lágrimas como una novia.
Ya para qué decirnos nada
si ya todo lo dijeron
los faroles caídos en el agua
y aquellos peces tristes, atravesados de frío,
que se veían moriral borde de tus lágrimas.

 

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