La Vieja Dama I
Vieja
dama pretenciosa
recoge tu pañuelo de narices.
El tiempo es una hormiga que labora
y enreda sus largas piernas en interrogaciones.
Gesticula la hermana de la sombra,
promete con sus gestos la fiesta de la especie.
Vienen los entendidos a caballo en escobas.
Aguardemos el día en que los empresarios
de la industria inefable resuman los empeños
de tanto loco suelto
la artillería inútil , los vuelos repentinos.
Y abordemos el silencio con un clamor oculto.
recoge tu pañuelo de narices.
El tiempo es una hormiga que labora
y enreda sus largas piernas en interrogaciones.
Gesticula la hermana de la sombra,
promete con sus gestos la fiesta de la especie.
Vienen los entendidos a caballo en escobas.
Aguardemos el día en que los empresarios
de la industria inefable resuman los empeños
de tanto loco suelto
la artillería inútil , los vuelos repentinos.
Y abordemos el silencio con un clamor oculto.
Querida
dama vieja
saca brillo a tus muebles
frota sus estupendas cubiertas de caoba
obliga tu riñon cansado a la ternura
extiende un aire primaveral al laberinto
de tu entretecho.
Que le den alimento a tu animal embalsamado.
Esperemos la hora convenida.
El retumbar de los tambores providenciales.
Llegará la esperanza necesaria
llegará la inocencia necesaria.
Desnuda tu cuerpo ajado cruzado de infortunios,
tu mirada colgante,
la jarra desconchada de tu boca,
la servidumbre gris de tu peluca,
pero aún así, la sinfonía
la música grandiosa que aturde las esferas
un llanto que podría ser violines
una mano de perra pomerania
y el perfume que inunda tus brazos generosos
tu aurora que sonríe descolgada del cielo
la protuberancia doble de tu barbilla
y esa imagen de Reina incomprendida.
saca brillo a tus muebles
frota sus estupendas cubiertas de caoba
obliga tu riñon cansado a la ternura
extiende un aire primaveral al laberinto
de tu entretecho.
Que le den alimento a tu animal embalsamado.
Esperemos la hora convenida.
El retumbar de los tambores providenciales.
Llegará la esperanza necesaria
llegará la inocencia necesaria.
Desnuda tu cuerpo ajado cruzado de infortunios,
tu mirada colgante,
la jarra desconchada de tu boca,
la servidumbre gris de tu peluca,
pero aún así, la sinfonía
la música grandiosa que aturde las esferas
un llanto que podría ser violines
una mano de perra pomerania
y el perfume que inunda tus brazos generosos
tu aurora que sonríe descolgada del cielo
la protuberancia doble de tu barbilla
y esa imagen de Reina incomprendida.
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