viernes, 2 de octubre de 2015

MARCELO DANIEL FERRER




Bosque



Colábanse fantasmas en la espesura.
Soledad con vida de pájaros multicolores
Abrigados de verde monte, de húmedos olores.
La brisa hurgaba grietas para fastidiar hojas quietas
Y era llovizna la cenicienta caída de hojas muertas.

Poblábase el suelo del laborioso instinto urgido de invierno.
Ejércitos diminutos hendían patas haciendo sendero,
Cada cual en su propio juego.
Expansión desbordante,
Casi oculta para la vista de este caminante.

Permanecí inmóvil, mudo... etéreo,
Apenas rozando el suelo.
Concentré mis sentidos en el inaudible suspiro
De la naturaleza modelando paisaje,
Y en lentas secuencias aprecié la función discreta
De una vareteé de artistas de la belleza.

Hice capital del prodigio de tanta tibieza.
Ensanché el alma y expulsé el engendro de la indiferencia
Ahondé la superficie de la mera corteza
Y elevé mis sentidos a la sencillez de tanta grandeza.

Aquí, rodeado de la nada palpitante
Suelto el pasamano del pudor urbano,
Me libero de destrozados asfaltos
E inarticulados semáforos,
De vegetales deshidratados y peces congelados,
Del deambular apesadumbrado de ánimas sin sombra.




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