Poema séptimo (Germinación)
Introducción
I
Oh don,
oh don de sí, tu pelo,
albo discurso,
designio azul,
futuro de jacinto.
Yo podría cantar una canción
para que me sospechen de humo, en aire,
y de animal tallado entre la espuma,
en larga, leve, carcajada de arpa
Yo podría traer al corazón recuerdos
como uñas cayéndose del alma.
Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,
Pero está al pie del surco tu desnudo
en traje de profundidad;
Piensa en tu edad el mar y palidecen
delfines ciegos cielo arriba, en rama,
pesando más el cielo menos aire
mar con sólo las olas y sin agua.
Y tú a la orilla del paisaje tiemblas
ah, intramarino pescador de espumas
cuya cadera crece entre corales,
Crepúsculo manchado de violines,
compañero fugaz de mi costado.
II
Alguien pasa rozándome las venas
y se abre el surco entre la flor y el labio.
Es que llega la noche
en columna de amor y ruiseñores;
su casco azul, lacustre, enjuga el alba,
baja la niebla por su piel y huyen
roces de pluma herida y madrugada.
Y antes de ser,
para futuro arribo de planeta
tiniebla inaugural,
cristal esquivo,
quietud de sumergidos resplandores,
la noche es de aire y tallo oscurecido.
Introducción
I
Oh don,
oh don de sí, tu pelo,
albo discurso,
designio azul,
futuro de jacinto.
Yo podría cantar una canción
para que me sospechen de humo, en aire,
y de animal tallado entre la espuma,
en larga, leve, carcajada de arpa
Yo podría traer al corazón recuerdos
como uñas cayéndose del alma.
Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,
Pero está al pie del surco tu desnudo
en traje de profundidad;
Piensa en tu edad el mar y palidecen
delfines ciegos cielo arriba, en rama,
pesando más el cielo menos aire
mar con sólo las olas y sin agua.
Y tú a la orilla del paisaje tiemblas
ah, intramarino pescador de espumas
cuya cadera crece entre corales,
Crepúsculo manchado de violines,
compañero fugaz de mi costado.
II
Alguien pasa rozándome las venas
y se abre el surco entre la flor y el labio.
Es que llega la noche
en columna de amor y ruiseñores;
su casco azul, lacustre, enjuga el alba,
baja la niebla por su piel y huyen
roces de pluma herida y madrugada.
Y antes de ser,
para futuro arribo de planeta
tiniebla inaugural,
cristal esquivo,
quietud de sumergidos resplandores,
la noche es de aire y tallo oscurecido.
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