La
noche regresó a mi bolsillo
Extrañas
mañanas ha repartido el lechero.
Las sábanas,
las cobijas, caen pesadamente por el suelo.
Los
sueños y las pesadillas
huyen
con sus carcajadas de aves submarinas.
Los
ojos acostumbran la claridad
reconociendo
huellas olvidadas por ángeles guardianes.
Alguien
amanecerá limpiándose los huesos
con
su larga lengua de cristal‑
Extrañas
mañanas ha repartido el lechero
Los
overoles, las camisas,
caen
desde las altas alambradas a las calles.
La
luna ya no muerde a nadie.
Han
desfilado los buses, los automóviles.
Se
han perdido las esquinas.
Alguien
irá diciendo:
-No
hay día tan peligroso que me atrape besando tus manos
Extrañas
mañanas ha repartido el lechero
Las
flores chupan el agua helada
con
sus poderosos pitillos perfumados.
En la
cama el cuchillo busca más y más
la
profundidad de su pecho.
El
duerme. Feliz.
La
madre detuvo al recién nacido para decirle:
-Destrozarás
el mundo con tus pequeños garfiecitos.
y el
mundo estará todo arañado y pasará gritando:
Extrañas
mañanas ha repartido el lechero
Se
devoran una a una
las
bocas que aburren y hastían.
Sobre
la mesa
el
libro azul que se abre en el sitio de las impudicias.
El
duerme. Feliz.
Alguien
frente al espejo dirá:
-Sabes
que estoy aquí,
que
tengo conciencia de lo que me pasa
y no
me lo perdonas.
Los
anteojos van a estrellarse contra la ventana.
E1
lápiz labial
que
ayer se derretía sobre la acera
es
hoy una mancha de sangre sobre el asfalto.
Extrañas
mañanas ha repartido el lechero
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