martes, 19 de enero de 2016

GLORIA SANDIRA CASTRO SALAZAR



  
Edén caduco



La renuncia,
la remembranza,
el aullido de un degustado almacenamiento de nada,
podrido,
alborotado,
caliente miembro desbaratándose en mi interior,
se retuerce,
se erecta ante el palpar de mí no estimulación consiente;
un bebe que chilla y chilla y yo lo apuñalo,
pero no es un bebe,
es solo la muñeca carbonizada de mi añorante infancia;
la navaja en mi ingle me necesita una vez más,
borbotones de sangre,
de hiel,
de semen tibio y miembros cercenados;
¡dame más!
Alcanza esa costilla a mi mano y te mostrare como se crea la vida,
la putrefacta vida,
ese perro carroñero de mi encrucijada,
¡y que caigan los cruzados del cielo!,
traicionados por el rey pedófilo de su comarca,
que viola niñas,
que mata hombres y se come a sus mujeres,
un testículo menos dirá el,
una vagina más a mi gourmet;
los brotes siguen cayendo y el público aplaude,
quieren más,
esta diversión perversa lo embriaga,
lo llena de luces con sombras fornicantes
y sonidos vociferantes de una penetración que lo llama;
Pero ya es demasiado tarde para mí,
estoy cansada,
necesito un espacio sin colores alucinantes
y cuerpos pestilentes,
el olor a sexo me ha impregnado hasta el alma,
mi himen caduco necesita un poco de agua fresca,
y aunque nunca florecerá,
de vez en cuando es bueno fertilizarlo con tierra nueva y húmeda,
y no solo con rancios penes.



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