Mujer
sin alcuza
La
mujer deja la alcuza sobre su soledad.
Observa
La
ciudad nocturna con sus negras pupilas
Donde
habitan, furiosos, sólo pájaros ciegos.
Mira
las luces de neón, su colorido
de
acompasado parpadeo y respira
el
turbio aroma de las calles flageladas de lluvia.
La
mujer ha doblado su chal. De pie, junto al espejo
se
coloca su nuevo vestuario de colores. Con sus manos
espectrales
pone flores y plumas en su triste cabeza
carcomida
de horas. Lentamente, en su rito, completa
su
disfraz con guantes y zapatos de Dra.-queen.
No
oye, no habla, no se ríe.
Desprende
un viento frío de orfandades
y un
hálito de flores derrotadas.
Esta
mujer, viajera de lo inmóvil,
Jamás
descansa en estación alguna.
Puede
tardar, más llega a su destino,
a su
espacio de tránsito, puntual y sedienta.
La
mujer prepara su maleta:
para
este nuevo viaje nada puede olvidar.
Como
joyas maléficas va guardando cuidadosamente,
la
coca, el éxtasis, el sida, la heroína.
Un
nuevo álbum de fotos y una lista.
Esta
mujer de paso leve y actitud sombría
irá
hacia la noche
y
entre una multitud ebria de luces y de sombras,
ebria
de música, cumplirá cual verdugo su destino.
Del poemario: Mujer sin alcuza
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