miércoles, 6 de enero de 2016

VIOLETA OROZCO




No existe en la noche el amor, existen los amantes



El deseo es un mosquito
que ronda tu piel en el centro de la noche.
Te persigue cuando tienes más cansancio,
te atosiga justo cuando estás a punto
de caer en el pozo del sueño
y despiertas en el centro de la sed.
No te reconoces en el espacio que te rodea.
Tu recámara en la penumbra
parece una prisión sin dimensiones
y te sofoca el zumbido
del negror en las paredes.
El estruendo del viento
sacude tu sordera
y aterrizan tus huesos
en las noches que trituras
para recobrar la sensación que llamas tiempo.
Pero nada pasa.
Apenas te queda el recuerdo del movimiento,
como cuando quieres gritar en un sueño
y no sale nada de tu boca.
Entonces notas que estás encadenado a una cama
a donde vienen los mosquitos cada noche
a perforarte la piel
para extraer la sangre de tu río subterráneo.
La noche es un deseo desesperado
de encallar en la otra orilla
antes que el sol asome tras las rocas.
Eres un barco aletargado
circundando un promontorio
de peñascos al desnudo.
Eres el mosquito para quien
el hambre es lo mismo que la sed,
la noche lo mismo que el deseo.


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