No
existe en la noche el amor, existen los amantes
El
deseo es un mosquito
que
ronda tu piel en el centro de la noche.
Te
persigue cuando tienes más cansancio,
te
atosiga justo cuando estás a punto
de
caer en el pozo del sueño
y
despiertas en el centro de la sed.
No te
reconoces en el espacio que te rodea.
Tu
recámara en la penumbra
parece
una prisión sin dimensiones
y te
sofoca el zumbido
del
negror en las paredes.
El
estruendo del viento
sacude
tu sordera
y
aterrizan tus huesos
en
las noches que trituras
para
recobrar la sensación que llamas tiempo.
Pero
nada pasa.
Apenas
te queda el recuerdo del movimiento,
como
cuando quieres gritar en un sueño
y no
sale nada de tu boca.
Entonces
notas que estás encadenado a una cama
a
donde vienen los mosquitos cada noche
a
perforarte la piel
para
extraer la sangre de tu río subterráneo.
La
noche es un deseo desesperado
de
encallar en la otra orilla
antes
que el sol asome tras las rocas.
Eres
un barco aletargado
circundando
un promontorio
de
peñascos al desnudo.
Eres
el mosquito para quien
el
hambre es lo mismo que la sed,
la
noche lo mismo que el deseo.
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