jueves, 11 de febrero de 2016

DIANA DEL ÁNGEL




II



Llevada por el rumor de tu cuerpo era tan fácil
recordar los instantes felices de mi infancia.
Tu respiración era como el rumor
de la locomotora que escuchaba cuando niña.

El tren se aproximaba, poco a poco,
sobre los rieles, su cuerpo de acero
partía en dos la tarde,
vagón tras vagón, rueda tras rueda,
su andar cansino parecía no terminar nunca
y cerraba los ojos para que su respiración metálica
me hablara de otras ciudades, de otros cielos
cuya quietud se había roto
por el rastro del humo en el aire.

Junto a ti también cerraba los ojos
para escucharte desde el sueño,
para imaginar el sitio, donde habitabas libre,
niño por siempre, a la orilla de tu lago.

Al abrir los ojos, sólo podía ver tu cabello crespo,
derramado sobre tu espalda,
y como cuando niña,
las estelas negras me decían
que todo viaje es efímero.


De: Maneras de fijar tu sombra



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