miércoles, 16 de marzo de 2016

ARMANDO ROMERO


  

Constructor 
              A Jaime García Maffla



Es necesario que diga cómo construí el mundo. Con la tijera mi madre había ido cortando esas trizas de verde que yo plantaba: árboles de una selva que la suerte podía desflorar de un manotazo. Hacer una cascada no era el problema sino el brillo que la consumía. Como ríos navegaba el papel de estaño de los cigarrillos y con el cartón de las cajas se levantaban cerros que el dedo hurgaba en busca de cavernas para las hormigas. Las casas tenían manos como banderas desde las ventanas. Había puesto musgo y epífitas como borrones de tinta entre los campos, y en el cielo ese sol que era el bombi­llo de la sala. Así construí el mundo que podía recorrer de un solo paso, acariciar con la mirada desde mi cuar­to. Así pude vencer el estremecimiento y dar aviso de lobo a los pastores que lo poblaban con sus ovejas de palo.



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