Constructor
A Jaime García Maffla
Es
necesario que diga cómo construí el mundo. Con la tijera mi madre había ido
cortando esas trizas de verde que yo plantaba: árboles de una selva que la
suerte podía desflorar de un manotazo. Hacer una cascada no era el problema
sino el brillo que la consumía. Como ríos navegaba el papel de estaño de los
cigarrillos y con el cartón de las cajas se levantaban cerros que el dedo
hurgaba en busca de cavernas para las hormigas. Las casas tenían manos como
banderas desde las ventanas. Había puesto musgo y epífitas como borrones de
tinta entre los campos, y en el cielo ese sol que era el bombillo de la sala.
Así construí el mundo que podía recorrer de un solo paso, acariciar con la
mirada desde mi cuarto. Así pude vencer el estremecimiento y dar aviso de lobo
a los pastores que lo poblaban con sus ovejas de palo.
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