viernes, 4 de marzo de 2016

SERGIO CORDERO



  
Casa en la playa



Esa luz emerge desde el fondo de los ojos;
no por el sentimiento,
es la pureza,
el aire y, más allá, la liturgia del océano.

Escucha la distancia: somos voces,
su Babel se aproxima,
toma forma,
llega a la habitación para callarse.

El sudor quiebra una imagen,
la irisación deja el instante y se convierte en grito,
tiembla sobre la piel del agua: nuestra piel.
El maderamen cruje con el peso del miedo.
(El lugar es el núcleo de la arena –desierto–,
el mar…) Esa luz.
Las sombras me prolongan.
Ya no es la misma playa.
Su invierno era propicio. Los paseos
derretían el aire entre las manos
—el firmamento entonces fue la tarde.

El recinto
no divide su horario en refugio y audacia,
sólo un rastro furtivo en la terraza, el cuarto…

La piel retiene y envejece: recordamos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario