Grieta
Tu ombligo
es un vértigo que arrastra los pájaros
furiosos
de la carne,
un
cuenco donde bebo la tibieza oscura de tus dos mitades,
porque
allí se empozan tus pensamientos abandonados
y el
cabo de sombra que se alarga hasta la noche
del
bosque de tu pubis, esa vegetación crespa,
negra
y misteriosa que esconde el abismo de tu cuerpo,
donde
quiero entrar a estremecerme
y a
desfallecer como el ermitaño derribado por el estallido de
sus
visiones,
hasta
que el ángel de la voz o de la piel tuyas, dándome fuerzas,
enhieste
nuevamente mi ardor hacia la hondura de tu vida.
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