domingo, 3 de abril de 2016

GLORIA GABUARDI




La Alquimia de los Sueños

                        A mi esposo Francisco de Asís Fernández.



La alquimia de los magos
mantiene encendida para siempre
la luz brillante de la linterna de la vida.

Los Dioses y su magia
dicen que uno tiene una estrella en el cielo
que cuando nacemos, se enciende su luz y brilla
y cuando nuestra conciencia
se estrella contra el mundo
tintinea como agua saltando entre las rocas.

Yo he vivido feliz en el paraíso de mi cuerpo,
creyendo en el cielo de la vida
en esta peligrosa travesía.

Por eso he hecho ritos y alta magia,
leído el Libro de los Esplendores
y perseguido la clave de los grandes misterios.
Por el amor y los sueños,
por los recuerdos marinos
de mi navegante paso por la vida.

Pero he sentido el dolor,
por los cuatro puntos cardinales de mi cuerpo.

Y es el amor por los sueños (dicen los iluminados)
el que mezcla tantos dolores a los sueños de amor.
Por eso escondo mis raíces
y protejo mi sombra y tu sombra.

Quiero que el dolor cuando se acerque
sea como un extraño y desvencijado velero.
Que venga, no atraque y se vaya,
se hienda en lo profundo del vacío.

Persigo la alquimia de esos magos.
Ahora marcho buscando mi estrella,
su luz de plenilunio
con su corazón de piedra en el fondo de los ríos.

Del Rondó de la Sonata Patética de Beethoven
de los Nibelungos de Cósima y Wagner
que me lleven, sí que me lleven
al final del alba
adonde los pájaros cantan tres veces y nadie se muere
y las adivinanzas tienen sus respuestas.
Para que me den la luz que Dios me dio,
la luz brillante de la Linterna de la Vida.
Para que no se extinga el lirio y el jacinto
para que mis mañanas no cambien su color.

Para que no mueran los sueños,
para que no se seque la Rosa de los Vientos
y el Ave del Paraíso cante su canto,
para que el mar de la serenidad
invada nuestro espíritu
y nunca se extinga la llama
ni la luz brillante de la linterna de la vida.


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