Exilio
Y el
recuerdo se deshizo en lágrimas salobres venidas del océano Pacífico,
ya no
sabíamos si eran de color gris, verde o trasparentes,
había
pasado tanto tiempo en tinieblas, ilusionando.
Podíamos, imaginar la cordillera vestida de luto con azares marchitos
y
zopilotes sobrevolando la capital del temor.
Podíamos
ver una casita pestañear a lo lejos,
blancas
volutas de sueños rotos, en una noche que se hizo eterna.
Todo lo podíamos vivir en nuestra mente y en el corazón,
divisar
el cielo entristecer ausencias, en agónicos lamentos confundidos.
Ríos
serpenteando pañuelos de despedidas
y un
revolotear de adioses sin besos que los consuelen.
Tiempo en el exilio sin voces familiares para la calma.
Una
espera que se alargó en días, meses y años, sin reflejo,
una
fotografía en sepia que deja huellas profundas en la cartulina.
Ahora, encendimos la luz para los que ya se fueron sin retorno
y
quedaron hollando arenas de otras playas.
Les
damos nuestro adiós, un abrazo de continente,
y al
volver al camino, nadie nos reconoce, somos algo que no encaja en esta nueva
fisonomía, inaudita confusión, las generaciones pasan
y la
nuestra, yace en un tiempo fenecido.
Nos quedamos allí, encerrados en un sempiterno exilio
masticando
memorias que no encuentran lugar
en el
rompecabezas de la vida.
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