lunes, 16 de mayo de 2016

MARIANELA PUEBLA



Exilio



Y el recuerdo se deshizo en lágrimas salobres venidas del océano Pacífico,
ya no sabíamos si eran de color gris, verde o trasparentes,
había pasado tanto tiempo en tinieblas, ilusionando.

Podíamos, imaginar la cordillera vestida de luto con azares marchitos
y zopilotes sobrevolando la capital del temor.
Podíamos ver una casita pestañear a lo lejos,
blancas volutas de sueños rotos, en una noche que se hizo eterna.

Todo lo podíamos vivir en nuestra mente y en el corazón,
divisar el cielo entristecer ausencias, en agónicos lamentos confundidos.
Ríos serpenteando pañuelos de despedidas
y un revolotear de adioses sin besos que los consuelen.

Tiempo en el exilio sin voces familiares para la calma.
Una espera que se alargó en días, meses y años, sin reflejo,
una fotografía en sepia que deja huellas profundas en la cartulina.

Ahora, encendimos la luz para los que ya se fueron sin retorno
y quedaron hollando arenas de otras playas.
Les damos nuestro adiós, un abrazo de continente,
y al volver al camino, nadie nos reconoce, somos algo que no encaja en esta nueva fisonomía, inaudita confusión, las generaciones pasan
y la nuestra, yace en un tiempo fenecido.

Nos quedamos allí, encerrados en un sempiterno exilio
masticando memorias que no encuentran lugar
en el rompecabezas de la vida.




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