Retrato
a lápiz
No
recuerdes
el médano demolerá tu corazón
en un recipiente negro y fétido
mientras el mar desquicia
tus ojos trasnochados
de vida.
Deja que en tu memoria seca y
extraviada
ardan implacables los fantasmas
que aparecen
y desaparecen
en el ciego recinto
que te aguarda.
La pequeña herida de alfiler
horada el entresijo
de un mar antiguo
y deposita su grano de sal insobornable
al escribirse otra historia
que también
es la tuya.
El aire aprisionado mutila
un enardecido color y al más mínimo soplo
oscurece y ahoga
el pedazo de vida
que te queda.
La luz carcomida por los siglos
se adelgaza al traspasar
la noche soñolienta
—negro espejo de Dios
omnipresente.
Invéntale un nombre a tus sueños
sonoro evocador memorioso
y dócil sustraído al dolor
te pertenecerá
—no por fidelidad
sino por desconocimiento
de otros cuerpos.
Ignora la rama quebradiza
que se solaza y padece bajo tus pies
y muere y desaparece
sin un rastro un signo
una huella delirante
que renueve tu paso
por la tierra.
Asesina la palabra que pugna por nacer
enróllale el cordón umbilical
en el cuello
y el último espasmo silabar
será el testigo fiel
de una vida más profunda
y larga.
el médano demolerá tu corazón
en un recipiente negro y fétido
mientras el mar desquicia
tus ojos trasnochados
de vida.
Deja que en tu memoria seca y
extraviada
ardan implacables los fantasmas
que aparecen
y desaparecen
en el ciego recinto
que te aguarda.
La pequeña herida de alfiler
horada el entresijo
de un mar antiguo
y deposita su grano de sal insobornable
al escribirse otra historia
que también
es la tuya.
El aire aprisionado mutila
un enardecido color y al más mínimo soplo
oscurece y ahoga
el pedazo de vida
que te queda.
La luz carcomida por los siglos
se adelgaza al traspasar
la noche soñolienta
—negro espejo de Dios
omnipresente.
Invéntale un nombre a tus sueños
sonoro evocador memorioso
y dócil sustraído al dolor
te pertenecerá
—no por fidelidad
sino por desconocimiento
de otros cuerpos.
Ignora la rama quebradiza
que se solaza y padece bajo tus pies
y muere y desaparece
sin un rastro un signo
una huella delirante
que renueve tu paso
por la tierra.
Asesina la palabra que pugna por nacer
enróllale el cordón umbilical
en el cuello
y el último espasmo silabar
será el testigo fiel
de una vida más profunda
y larga.
De: Retrato a lápiz
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