jueves, 30 de junio de 2016

ELENA SOTO



  
Arcano II



La Papisa sedente en el recinto del templo

Si consideras aún la virtud mágica del nombre,
y el poder de la palabra que yace hastiado
en el mundo de los dioses.
Te ruego ¡Oh Isis! me arrebates
aquí mismo el nombre y los sentidos.
Arroja del regazo el libro del Arcano,
y con tus manos ya libres sujétame el cabello,
hasta tres veces sumérgeme en el grano,
húndeme el cuerpo hasta el fondo
en la fertilidad fluente de los silos.
Tú que les mostraste el secreto del trigo
condúceme hasta tu otro yo
hasta esa parte siniestra y misteriosa
que ocultas tras tu velo.
Desgarra entre los pliegues tu hierática mirada
para que sea posible la osadía
que yace entre mis brazos.
¡Oh Isis! Hechicera del templo y de las mieses
ayúdame a hollarte con espada de plata.
Yo te prometo la primera gavilla
aquella que se corta con la mano
todavía temblorosa.
Te prometo la guedeja de pelo
que me cubre la nuca.
Pero ¡Oh Isis! no me abandones en las rocas
donde el sonido del viento es tan sólo un gemido.


II

De cómo inlunada vago hasta el recinto del templo

Hermética cual fatum
el agua de las charcas refleja como el cuarzo.
Los perros de la noche aúllan tras las tapias.
La luna zorra astuta me tiende encrucijadas,
me liba con sus rayos recodos del sendero.
A lo lejos ruinas de las torres corroen mis entrañas.
El ansia, Isis, se oculta en cañas del camino,
en cavernas de mi cuerpo desiertas
de tus miembros.
Quizás tras tus ruinas ya se abran las rosas
y la lúrida luna se escorie en las murallas.


III

Donde Isis me enseña la medida del trance

Anoche me visito la Diosa Negra
y os juro que no la esperaba.
Sus cabellos erizaron los míos por un momento.
Sentí de pronto el temible placer de la lujuria.
Su mutación fue lenta
el ébano de sus brazos me aproximó
lentamente hacia sus labios
y el calor de sus labios me acercó
voluptuosamente hacia sus pechos
la turgencia de sus pechos me arrebató
fieramente hacia sus ingles
y el ardor telúrico de sus ingles me llevó
lentamente hasta los tejos.
Fue entonces cuando me hallé perdida en el abismo.
La Diosa Negra me provocó de nuevo
aún después de la agonía,
gemía con aullidos de loba solitaria
buscando la Osa Mayor entre mis dientes.

Movía la lengua sobre el lodo
palpando en la tierra indicios de retorno
porque ella quería tan sólo
que yo conociera el arrebato.


IV

Donde Isis regresa al recinto del templo

Yace ya mi cabeza entre sus muslos
y su mano yerta reposa entre las rocas.
Abismo,
no hay abismo posible tras su manto
Isis me descubrió la medida del trance
el movimiento exacto que lleva el cuerpo a la catársis.
Me enseño la modulación única del aullido
que quiebra
la disposición especial
de las cuerdas vocales para el canto.
Hastiada de cabellos,
Isis me trenzó cual vilorta de avena
y el limo de su voz rodeó mi cintura.
Isis me esperó hasta el día siguiente
en el umbral del templo
me calzó tiernamente las sandalias
Y ocultó mi rostro tras su velo
para que en la visión del valle
no me asaltara la nostalgia.
Ahora Isis es tan sólo el arcano segundo
la papisa sedente
en el recinto del templo.


Del libro "La medida del trance"



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